He recibido oportunamente el mensaje de confirmación de la elección que los frailes capitulares han realizado en la persona de nuestro querido hermano José Gabriel Mesa Angulo. Pienso que no exagero al decir que asistimos a un hecho que hace historia en el caminar de nuestra Provincia, porque no ha sido costumbre entre nosotros elegir para un periodo inmediatamente consecutivo a los priores provinciales. Va por delante mi saludo a Fray José Gabriel y la promesa de mis oraciones, pues soy consciente que no es leve la tarea y se requiere que todos apoyemos con espíritu fraterno, generoso y orante.
Por supuesto, leo este acontecimiento a la luz de las circunstancias que mi propia Provincia me ha permitido vivir. En el contexto europeo, que hace ya tres años comparto, es de lo más común la reelección de los superiores tanto locales como provinciales, de modo que esto se considera la norma y no la excepción. De hecho, muchos religiosos ven el periodo de un provincial como un ejercicio de ocho años, con una evaluación, e incluso un posible cambio, a la mitad de ese tiempo.
Esa perspectiva sobre el tiempo de gobierno permite pensar las instituciones y mirar el futuro con criterios amplios y firmes. Un proyecto serio no se gesta en unos meses. La evaluación de las implicaciones y presupuestos para todo lo que haya de impactar la vida de una comunidad pide mucho tiempo, y cuando se parte de la base de que todo gobierno debe ser de cuatro años en el fondo se está emitiendo un mensaje de precariedad en la planificación.
Interpreto entonces el querer de nuestros capitulares como un discernimiento particular de la hora que vivimos como Provincia; un discernimiento que reconoce que están dadas las condiciones de madurez para asentar las bases de proyectos de más largo aliento.
De nuevo, es mi condición actual de estudiante colombiano en el extranjero la que me sirve de criterio de lectura. Soy plenamente consciente que mi presencia obedece al deseo de consolidar una formación teológica y una oferta de formación académica para la Iglesia Católica en Colombia. Esta es la clase de inversiones de recursos humanos, tiempo y dinero que podemos catalogar como proyectos a más largo plazo. Serán siempre cuestiones disputadas, y habrá siempre algo de razón en los que piensan de una o de otra forma, pero finalmente debe haber una instancia que discierna y asuma una responsabilidad, y esa instancia es el gobierno, nuestro gobierno provincial. Así pues, una cierta estabilidad en ese gobierno significa en este caso un respaldo al lugar de nuestro aporte a la teología, dentro del ámbito de la educación superior en Colombia.
Ahora bien lo teológico y académico es sólo una de las facetas de la múltiple proyección actual de nuestra comunidad. Sé que resulto redundante al mencionar el Capítulo General que nuestra Provincia acogerá en unos pocos meses y que representa un esfuerzo monumental de preparación, realización y evaluación. Y además de lo puntual o coyuntural está siempre el flujo constante de vocaciones–algo que sólo puedo ponderar y felicitar a la vista del otoño vocacional en Europa. Cada fraile profeso es una pregunta y una promesa.
Pero hay que mencionar más obras y proyectos, algunos de las cuales apenas conozco tangencialmente. De entre lo más nuevo no puedo callar el impulso misionero “ad gentes,” ni tampoco la acogida a nuevas formas de consagración (como soy testigo por el camino de las Vírgenes Seglares Dominicas). Mención aparte merece el interés a los nuevos lugares de presencia en la geografía colombiana, y sé que al detener mi lista aquí soy injusto con obras educativas, parroquiales y misioneras que han traído nueva ilusión y fuerza a los hermanos.
Todos estos horizontes, que están abiertos en buena parte por la visión de nuestro actual Provincial con su consejo, durante el periodo propio de la administración que recién ha terminado, testifican que esta es una hora muy singular para nuestra Provincia, una hora en la que los dominicos colombianos ya somos y cada vez seremos más observados, no sólo por lo que hagamos en el perímetro de nuestra patria sino por las propuestas y personas que podamos poner al servicio de la Orden en marcos más amplios. No es que vamos a ser sino que ya somos una presencia internacional que pide sensatez, generosidad y altura. Estoy seguro que los hermanos elegidos para el nuevo Consejo de Provincia son particularmente conscientes de esta oportunidad única que estamos presenciando. Y como mi tiempo en Irlanda me ha convencido aún más de la necesidad de que unos intercedamos por otros ante el Señor, a todos aseguro mis oraciones mientras les pido que no se olviden de los que estamos en medio de otras culturas, lenguas y países.
Termino expresando mi gratitud a los frailes capitulares y de secretaría por lo que están haciendo durante estos días. Algo conozco la labor, por aquellas ocasiones en que se me ha pedido que ayude en tareas de Capítulo Provincial o General. Es una ocasión única para lograr un panorama que otros no podemos tener así de completo. Pero es un tiempo exigente, que puede ser tensionante o incluso aburrido. Espero que las muchas muestras de fraternidad que sé que están recibiendo en nuestro Convento de Tunja, y el auxilio de tantas oraciones que otros hacemos por ustedes les hagan más llevadera la parte tediosa y les concedan avanzar expeditos en el proceso de redacción de las Actas.
Todo sea para bendición, y que la estrella de Santo Domingo nos haga cada vez más gozosos y creíbles ministros del Evangelio de Cristo.