38.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
38.2. Hay una palabra que tú amas, y como tú, muchos de tus hermanos los hombres. Una palabra que significa para ti garantía de verdad y de belleza intelectual, la palabra “lógica.” Amas lo lógico y te sientes incómodo ante lo incongruente o incoherente. En principio un amor así es bueno, porque te libra de muchos errores y te predispone a la búsqueda incesante de la verdad, pero el amor a la lógica, como todo amor creatural, tiene sus límites y hoy te quiero hablar de ellos.
38.3. Piensa sobre todo que no hay una razón “última” para el hecho mismo de tu existencia. Todo lo que no es indispensable, es decir, que no es “necesario,” es entonces “contingente,” lo cual simplemente quiere decir que podría no haberse dado. Esto significa que no tiene una “razón” y por lo tanto que su razón de existencia no está en algo forzoso sino en una voluntad libre.
38.4. Sucede en efecto que hay más de una lógica. No es “lógico” que alguien se meta en un incendio, pero, si su hijo está al otro lado de las llamas, entonces sí es “lógico” que, por salvar al hijo, arriesgue su propia piel y su cuerpo entero.
38.5. La lógica suprema entonces es la que conoce las motivaciones supremas y las intenciones últimas. El mundo, tu existencia, la Historia humana, te parecerán “ilógicas” si desconoces estas razones que dependen en últimas de las intenciones de las personas, o sea, de sus amores.
38.6. Mira lo que te estoy diciendo: el amor hace inteligible el mundo. Sin amor en ti no puedes sondear las razones de amor de tus hermanos, y entonces no puedes comprender sus intenciones ni captar su “lógica.” Cuanto mayor sea tu capacidad de bucear en el océano del amor, mayor será la profundidad de tu visión de las intenciones y amores de los hombres. El amor perfecto engendra la mirada perfecta.
38.7. De seguro te preguntarás cómo puede entenderse esto, dado que lo que se te ha dicho multitud de veces es que para pensar “lógicamente” hay que pensar “fríamente,” expresión que denota la ausencia de emociones y afectos que acompañan el calor de la sangre humana. Pues bien, hay también algo de cierto en esa “frialdad” de la mirada. El que está abrasado por su propio fuego no puede sentir el fuego de los demás.
38.8. He aquí una peculiaridad más del amor divino. Este amor es Fuego, Llamarada incontenible, pero es Fuego infinitamente activo, totalmente actuante. No arde para sí mismo sino en perpetua donación. El amor pasional, el amor que ciega y del que hay que desprenderse para pensar “lógicamente,” resulta estorboso porque arde para sí mismo y tiene su término en sí mismo. No es así el Amor Divino. Así no es el Espíritu Santo.
38.10. Lo más hermoso y también lo más misterioso del Espíritu Santo es precisamente su carácter de absoluta donación. No tiene término en sí mismo y por eso es completamente “acto.” Cuando detienes tu mirada en una persona, por ejemplo, tu madre, además de conocerla la amas y el término de tu amor es en ese momento ella. La creatura racional no puede conocer sin ejercer algún acto de amor, así sea infinitesimal, pues todo lo que existe en alguna medida os conviene o en alguna medida no os conviene.
38.11. Ahora bien, es claro que el Amor mismo no puede ser conocido sin ser amado. Pero conocerle, ¿qué es, sino experimentarle? ¡Cuando crees tenerlo frente a ti, resulta que ya está dentro de ti! Por eso el misterio del ser personal del Espíritu Santo es inalcanzable, absolutamente inasible, no sólo para los hombres sino también para los Ángeles.
38.12. El Espíritu Santo es como “la profundidad” de Dios, según sugirió Pablo (1 Cor 2,10), y en este sentido no está nunca frente a nadie, porque el que se encuentra con Él es sumergido en Él. Por eso no puedes saber “de dónde viene,” es decir, qué razón le antecede, ni “adónde va” (cf. Jn 3,8), es decir, con qué intención se mueve.
38.13. Un Amor así, pleno y perfecto en sí mismo, es al mismo tiempo la sonda más poderosa de todas las razones de todos los corazones. Su ser es sabio, infinitamente sabio, y en Él, en su lógica, en apariencia extraña, está el nudo donde se enlaza todo. Sus manantiales corren por todo el Cielo, y en ellos están las delicias de los Santos y de los Ángeles.
38.14. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.