1. Proemio
1.1. Caminar en la esperanza
Empecemos escuchando la voz de la Iglesia.
Las personas consagradas, para bien de la Iglesia, han recibido la llamada a una “nueva y especial consagración”, que compromete a vivir con amor apasionado la forma de vida de Cristo, de la Virgen María y de los Apóstoles. En el mundo actual es urgente un testimonio profético que se base “en la afirmación de la primacía de Dios y de los bienes futuros, como se desprende del seguimiento y de la imitación de Cristo casto, pobre y obediente, totalmente entregado a la gloria del Padre y al amor de los hermanos y hermanas”.
La llamada a seguir a Cristo con una especial consagración es un don de la Trinidad para todo un Pueblo de elegidos. Viendo en el bautismo el común origen sacramental, consagrados y consagradas comparten con los fieles la vocación a la santidad y al apostolado. En el ser signos de esta vocación universal manifiestan la misión específica de la vida consagrada.
Una mirada realista a la situación de la Iglesia y del mundo nos obliga también a ocuparnos de las dificultades en que vive la vida consagrada. Todos somos conscientes de las pruebas y de las purificaciones a que hoy día está sometida. El gran tesoro del don de Dios está encerrado en frágiles vasijas de barro (cf. 2Co 4, 7) y el misterio del mal acecha también a quienes dedican a Dios toda su vida. Si se presta ahora una cierta atención a los sufrimientos y a los retos que hoy afligen a la vida consagrada no es para dar un juicio crítico o de condena, sino para mostrar, una vez más, toda la solidaridad y la cercanía amorosa de quien quiere compartir no sólo las alegrías sino también los dolores. Atendiendo a algunas dificultades particulares, no se debe olvidar que la historia de la Iglesia está guiada por Dios y que todo sirve para el bien de los que lo aman (cf. Rm 8, 28). En esta visión de fe, aun lo negativo puede ser ocasión para un nuevo comienzo, si en él se reconoce el rostro de Cristo, crucificado y abandonado, que se hizo solidario con nuestras limitaciones y, cargado con nuestros pecados, subió al leño de la cruz (cf. 1P 2, 24). La gracia de Dios se realiza plenamente en la debilidad (cf. 2 Co 12, 9).
1.2. Prudencia y Urgencia
En el lenguaje común se asocia “prudencia” con “inacción”. Ser prudente significa, en ese argot informal, abstenerse de actuar, frenarse, medirse.
Tomás de Aquino ofrece una visión más equilibrada: la recta ratio agibilium implica conciencia de lo que significa actuar o no actuar. Así como es imprudente actuar mal, lo es dejar de actuar cuando es preciso hacerlo. Y ese parece ser el caso en las situaciones que hemos mencionado, no tanto por lo que hubiera sucedido sino por lo que de hecho puede suceder.
En cierto sentido riñen la prudencia y la urgencia. Corresponde al Capítulo Provincial dirimir el asunto en nuestras circunstancias particulares, sobre todo brindando una carta de navegación que indique al Prior Provincial y a su Consejo qué asignaciones u otras determinaciones serían deseables y cuáles habría que evitar con mayor vigor.
En sintonía con el Capítulo General de Providence (2001), algunas líneas que pueden guiar son:
1. Necesitamos fortalecer los elementos constitutivos de nuestra vida religiosa, especialmente en lo que atañe a la oración personal y comunitaria, y a los coloquios de formación y de examen de vida de la comunidad.
2. Esta consolidación de nuestra vida consagrada “ad intra” no puede ser obra de simples disposiciones o “decretos”; toda genuina renovación requiere de un ejercicio de predicación y sobre todo de testimonio. A este respecto, nuestras constituciones piden a los priores y superiores que “expongan con frecuencia a los frailes la Palabra de Dios” (LCO 300, 1º); un deber que parece más urgente hoy, y que debería tener como punto de partida unos retiros espirituales bien hechos.
3. No hay que excluir la posibilidad, dolorosa pero real, de tomar acciones incluso drásticas en situaciones puntuales, sobre todo cuando se dan las siguientes condiciones: proceso de diálogo prolongado pero sin enmienda real; escándalo grave y/o contínuo; propagación del mal por vía de persuasión o de mal ejemplo
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1.3. Causas y preguntas más profundas
Son esclarecedoras las palabras del Maestro de la Orden, cuando, en reciente entrevista habla de las “herejías de nuestro tiempo” : “Ciertamente el egoísmo, el bastarse a uno mismo, típico de una sociedad de consumo. Y además el narcisismo: un hombre que se repliega sobre sí mismo descubre sólo su amor propio, pero olvida al Otro”.
Guardadas las proporciones, hemos de admitir que también a nosotros nos tientan esas “herejías”. Desde la justificación que nos da una gestión eficaz, o desde la fascinación por los propios métodos o visiones de las cosas, es tentador construir islas en las que los resultados y el prestigio nos hagan sentirnos cómodos y “buenos” frailes predicadores, aunque al margen de los procesos o necesidades de la Comunidad como tal. A largo plazo, ello genera atomización de fuerzas y desconfianza mutua, a la vez que termina por hacer impracticable la obediencia.
Todo esto plantea un formidable reto para el inmediato futuro. Necesitamos un liderazgo que convoque, y necesitamos, como Provincia, dejarnos convocar. Necesitamos hacernos creíbles, y necesitamos aprender a creer en los proyectos de otros, aunque no sean lo que a nosotros se nos hubiera ocurrido o lo que estaríamos dispuestos a arriesgar. Necesitamos, en fin, recoger nuestras preguntas más hondas, y necesitamos ejercitarnos en buscar respuestas de comunión en comunidad.
1.4. Apremiados por la Esperanza
Es fácil pero demasiado costoso el desaliento. Es fácil pero demasiado gravosa la indiferencia. Es fácil pero demasiado irresponsable la inercia.
Aquel “¡rema mar adentro!” de Jesús a Pedro, y del Papa Juan Pablo a la Iglesia del tercer milenio, nos apremia con su carga de esperanza. Dios nos eligió sabiéndonos débiles pero también sabiendo que su gracia y su Palabra no han de faltarnos.
¿Podemos soñar algo juntos? ¿Qué signos de nuestro tiempo nos llaman hacia la unidad en la tarea común del anuncio del Evangelio? Es llegado el momento de mostrar que “en estas circunstancias, la Orden tiene la fortaleza de ánimo de renovarse a sí misma” (cf. LCO 1, § VIII).
2. Legislación
2.1. Disposiciones generales
EXHORTAMOS a los frailes a examinarse ante Dios y a evaluar personal y comunitariamente frente a nuestras Constituciones su fidelidad a la profesión que hicieron libre y generosamente. El espacio propio para esta evaluación son los retiros espirituales mensuales o anuales.
EXHORTAMOS a los frailes a que renueven el espíritu de oración y la participación en la vida litúrgica, porque nada reemplaza el alimento de la Palabra, la oración y los sacramentos.
RECOMENDAMOS a los frailes que, levantando su corazón hacia el ideal del Evangelio, cultiven la fraternidad como fruto de una experiencia cristiana y dominicana, más allá de la simple camaradería o la simpatía personal.
EXHORTAMOS a los Capítulos de las Casas y Conventos a ser más exigentes en materia de pobreza, de modo que desaparezcan de entre nosotros la ostentación y la vida burguesa, que afrentan el entorno social y económico de nuestro país.
RECOMENDAMOS a los Capítulos de las Casas y Conventos que, a través de una metodología como la del “proyecto común” o por otro medio idóneo, busquen y pongan en práctica estrategias que eviten el individualismo en los planes o en el manejo de recursos, y que favorezcan efectivamente la participación en los actos comunitarios.
RECOMENDAMOS a los frailes, especialmente a quienes se encuentran en tiempo de formación, a que conozcan y hagan conocer mejor las grandezas humanas y cristianas de los santos y bienaventurados de nuestra Orden, no sea que los modelos que ofrece el mundo en materia de triunfo económico, fama o sensualidad vengan a ocupar el sitio que corresponde a Cristo y a sus genuinos seguidores.
RECOMENDAMOS a los Capítulos de las Casas y Conventos a que examinen el aprecio que otorgan y la práctica de nuestras observancias regulares, puesto que hay en ellas valores permanentes que favorecen el espíritu de oración, estudio y compartir comunitario.
2.2 Situaciones particulares
ORDENAMOS al Prior Provincial con su Consejo que en el término de un año defina la situación de los frailes extra domum.
Es anómalo que un fraile estudiante adelante sus estudios en lugares distintos del Convento de Formación, y los frutos en este sentido han dejado qué desear. Por ello ORDENAMOS al Prior Provincial que, conforme a LCO 225, II, se mantenga como criterio que un fraile estudiante sólo es asignado fuera de su convento de formación por razón de ejercitaciones apostólicas, durante un tiempo claramente determinado, y dejando en claro que su ciclo de estudios institucionales queda interrumpido, de modo que los priores o superiores que lo reciben cuenten con la suficiente disponibilidad del fraile asignado.
RECOMENDAMOS a los Priores y Superiores que, en diálogo con sus respectivos Capítulos, fomenten en nuevos espacios y modos la recreación comunitaria, de manera que venzamos las tentaciones de aislamiento que nos acechan por un uso acrítico de los medios de comunicación, especialmente Internet.
ORDENAMOS al Prior Provincial con su Consejo que durante este cuatrienio regule la proporción del presupuesto de los Conventos y Casas que se dedica a las salidas comunitarias, de tal manera que se eviten los derroches y los escándalos.
RECOMENDAMOS al Prior Provincial con su Consejo que examine con mayor diligencia las condiciones de vida religiosa y apostólica de los frailes asignados a las Casas de Formación, no sea que lo que se les propone a los formandos en la predicación y la enseñanza quede desmentido por el testimonio que les rodea.
2.3. Disposiciones singulares
ORDENAMOS al Prior Provincial con su Consejo que asigne el patrimonio de bienes raíces para la Casa José de Calazans Vela de Villavicencio.
COMISIONAMOS al Consejo de Formación que examine la Ratio Formationis Particularis, de modo que en una versión revisada queden establecidos criterios claros para abordar las situaciones o acusaciones de homosexualidad que eventualmente se presenten. Pueden orientarlos las disposiciones de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos sobre este aspecto, en documento de junio de 2002.
RECOMENDAMOS al Prior Provincial que distribuya de modo más equitativo a nuestros frailes mayores de modo que se evite el concepto de que hay conventos-ancianato.
EXHORTAMOS a los frailes a que, motivados por la Carta Apostólica “Rosarium Virginis Maria” de Juan Pablo II, renueven su amor a la Santísima Virgen, que es modelo de contemplación de la Palabra, y de servicio humilde, generoso y eficaz a la obra de la evangelización. Así pues, habida cuenta de la enseñanza de Pablo VI: “sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas”, esfuércense todos en practicar y hacer amar esta escuela de Evangelio que nos pertenece por título propio.