Se puede ver a Dios cara a cara durante esta vida? O incluso preguntemos más: hablar de la cara de Dios, ¿no es algo así como antropomorfizarlo o imaginarlo a la manera humana? Indudablemente, la Biblia utiliza un lenguaje apropiado para nuestra comprensión. Y en ese sentido es un lenguaje que abunda en símbolos.
Sería interesante recoger todos los símbolos antropomórficos sobre Dios que aparecen en la Biblia. Son muy abundantes: se habla del brazo extendido de Dios, se habla de la espalda de Dios, en el capítulo 33 del Exodo, se habla de los ojos, de la mirada, o los oídos de Dios, y así sucesivamente.
Todas esas expresiones intentan indicar, de alguna manera, cómo el Señor se relaciona con nosotros, por ejemplo, si uno pasa por un percance muy grave e inesperadamente, en el último momento, se ve rescatado o se siente salvado por Dios, es como muy natural decir que Dios extendió su mano; decimos: me agarró, me sostuvo. Con ese lenguaje queremos relacionar lo que Dios ha hecho con otras cosas que hemos vivido, por ejemplo, si estoy atravesando un arroyo y resbalo, y un amigo mío me sostiene, esa experiencia yo la relaciono con lo que hizo Dios en el caso de mi problema o percance. Ahí el Señor extendió su mano y me sostuvo. Es decir, lo que en realidad se da es una comparación entre experiencias, no una comparación entre seres. Yo no estoy diciendo que Dios tiene un brazo que mide 80 cm, 2m o 50 km. No me estoy refiriendo a la contextura, color o a los vellos que haya en el brazo de Dios; estoy comparando dos experiencias: la experiencia de ser salvado, después de haber invocado el nombre del Señor, y la experiencia que he tenido cuando estaba cruzando ese arroyo y un amigo mío me sostuvo y evitó que yo cayera.
Cuando caemos en cuenta de esto, vemos que el lenguaje de la Biblia es profundamente cercano y, a la vez, goza de una profundidad de contenido inmensa. Es cercano, porque al utilizar esas expresiones cada uno de nosotros puede relacionarlo con cosas que ha vivido, pero también tiene una profundidad de contenido muy grande, porque cuando reflexionamos lo que significa estar cara a cara con Dios, yo creo que sentimos un estremecimiento de reverencia, de agradecimiento y amor.
Todo esto quiere decir que, cuando nosotros encontramos estas expresiones, no le estamos haciendo una anatomía a Dios, sino estamos comparando distintos aspectos de la experiencia con que nosotros, los seres humanos, descubrimos al Señor. Y por eso no tiene nada de extraño que esas distintas frases parezcan contradecirse, por ejemplo, si descubro que Dios me salvó, entonces puedo decir Dios extendió su mano. Pero si alguien me pregunta cuántos brazos tiene Dios, yo le tengo que decir no es que Dios tenga brazos, Dios es infinito, es espíritu puro, entonces ya estamos pasando otro tipo de lenguaje, y no es que haya contradicción sino que estamos utilizando las palabras en contextos diferentes. En un contexto estamos usando estas expresiones para comparar experiencias, y en otro contexto estamos, de pronto de una manera más abstracta y más formal, refiriéndonos al ser mismo de Dios.
Lo mismo pasa en los pasajes sobre las reflexiones que estamos haciendo sobre el libro del Exodo: por un lado, se nos dice que Moisés hablaba cara a cara con Dios como un hombre con su amigo; pues eso no quiere decir que Dios tenga cara, lo que quiere indicar es como un tipo de confianza absolutamente único, una experiencia de cercanía, de intimidad, de comunicación, de auto comunicación de Dios que marcó profundamente la vida de Moisés y, a través de Moisés, la vida del pueblo de Dios hasta nosotros.
Pero luego dice que nadie puede ver mi rostro y seguir vivo. Qué quiere decir eso? De nuevo estamos recibiendo una experiencia, tenemos que admitir que hay experiencias que nos impactan tan profundamente, que nos dejan como sin aliento. Y si eso sucede al ver algo demasiado grande, demasiado fuerte, demasiado bello, pues imaginémonos lo que sería encontrarse así con Dios. Entonces esos dos pasajes no se contradicen porque se refieren a dos experiencias diferentes: una, es de la confianza, de la intimidad con que Dios se auto comunica con Moisés, y la otra, es el límite que tiene nuestro deseo de ver a Dios, de encontrarse con Dios mientras estamos en esta tierra porque, indudablemente, acceder al ser mismo de Dios es algo que nos rebasa por completo, es algo que está más allá de lo que podemos imaginar.
Por eso mis amigos, les invito a apreciar cada una de estas expresiones en su respectivo contexto y a dar gracias a Dios porque ninguna de ellas nos puede decir completamente cómo es el Señor. Son como las facetas de un diamante: ninguna faceta revela todo el diamante, pero, si podemos verla como en su conjunto, seguramente descubrimos un poco más de la belleza, del poder y de la misericordia que Dios ha usado con nosotros.