Si hasta los Consagrados Caen, ¿Dónde está la Eficacia de la Iglesia?

Con el debido respeto:
Es innegable que la consagración a Jesús es un privilegio que conlleva, o al menos así se espera, gran responsabilidad ante Dios y ante los demás.

Sin embargo, los hechos demuestran, en porcentaje alarmante, que no solamente son rotos los votos profesados, sino que además son cometidos delitos abominables, como el abuso sexual en contra de menores de edad y otras faltas inconfesables, últimamente y desde los inicios de la Iglesia Católica.

A

hora bien, yo me pregunto: ¿Si las normas, oraciones y prédicas de la Iglesia Católica no son eficaces para impedir tales aberraciones en sus consagrados, que espero yo?

Sería inútil negar que algo está mal, o bien las prédicas, oraciones y principios de la Iglesia no sirven o todo es una farsa.

Atentamente,
Un católico en crisis de Fe

RESPUESTA

Querido amigo:

Ciertamente la consagración a Dios es un gran privilegio. Pero no en el sentido del mundo. Los Apóstoles Santiago y Juan pidieron a Jesús el privilegio de puestos importantes, pero El les dijo que no sabían lo que pedían. En vez, les invitó a participar de Su pasión. Ese es verdadero y gran privilegio: Participar por amor de la vida de Cristo, en especial de sus sufrimientos.

También es cierto que la consagración conlleva gran responsabilidad. Dice San Alfonso Ligorio:
Grande es la dignidad de los sacerdotes, pero no menor la obligación que sobre ellos pesan. Los sacerdotes suben a gran altura, pero se impone que a ella vayan y estén sostenidos por extraordinaria virtud; de otro modo, en lugar de recompensa se les reservará gran castigo, como opina San Lorenzo Justiniano (…). San Pedro Crisólogo dice a su vez que el sacerdocio es un honor y es también una carga que lleva consigo gran cuenta y responsabilidad por las obras que conviene a su dignidad (…). Mas sobre este texto.

En cuanto al “porcentaje alarmante de delitos abominables”, creo que hace falta clarificar este tipo de declaración. No niego ni justifico que sacerdotes hayan cometido graves delitos de abuso contra jóvenes. Estos deben ser procesados justamente. Pero no es justo hacer declaraciones sensacionalistas que presentan una falsa imagen de la realidad. No existe ninguna evidencia de que la incidencia de abuso sexual sea mayor entre sacerdotes que entre hombres en general, incluyendo rabinos y ministros.

Philip Jenkins, profesor de historia y de estudios religiosos en la universidad de Penn State, autor del libro “Pedofilia y Sacerdotes: Anatomía de una crisis contemporánea” (Oxford University Press, 1996), declara al respecto: “mi investigación de casos en los pasados 20 años no indica que exista evidencia alguna que el clero católico u otros del clero célibe estén mas envueltos en mala conducta o abuso que el resto del clero de cualquier otra denominación, o de los que no son del clero. Por muy determinados que estén los medios de comunicación en ver estos casos como crisis del celibato, la acusación no tiene fundamento.” 1 (El Señor Jenkins no es católico).

El celibato

Se quiere culpar al celibato por los escándalos. Es normal que el hombre mundano, que vive dominado por las pasiones, vea el celibato como una represión y hasta como un peligro. Pero el celibato vivido santamente es una donación total de nuestro amor por Dios y por todos. Sin fe y sin gracia no se puede vivir el celibato, pero sin estas tampoco se debe ser sacerdote. Celibato.

Para comprender la manipulación de la prensa, pongamos un ejemplo. Si por una semana, un periódico dedicase su primera plana a exponer abusos y todos fueron cometidos por madres, ¿llegaría usted a creer que las madres son mas abusivas que el resto de la población? Y si el mismo periódico solo publicase abusos perpetuados por madres hispanas, ¿pensaría usted que las hispanas son peores madres, o cuestionaría usted mas bien la motivación del periódico? El comportamiento de los medios de comunicación ha demostrado una vez mas lo dicho por el historiador Arthur Schlesinger Sr. (no católico): “el prejuicio contra la Iglesia Católica es el más profundo en la historia del pueblo americano y el único aceptable en los Estados Unidos hoy” 2. No creo que la prensa se atrevería a tratar a ningún otro grupo ni a sus líderes como ha tratado a los católicos y a sus sacerdotes.

Todos necesitamos conversión

No le podemos echar toda la culpa a la prensa, la cual solo se aprovecha de una realidad de pecado existente. Se han dado grandes escándalos entre algunos sacerdotes. ¿Cómo podemos responder? ¿Nos avergonzaremos de ser católicos? ¡De ningún modo! Debemos profundizar nuestra fe la cual se fundamenta en Jesucristo. El es el mismo ayer, hoy y siempre. El es la roca inmovible de nuestra fe. Busquemos en Jesús, en Su Palabra, la sabiduría para entender y ser guiados en la crisis actual, tal como lo hicieron los santos de todos los tiempos.

No creo que sea casualidad que estos escándalos estallaron durante la cuaresma, tiempo dedicado a reconocer nuestro pecado y necesidad de conversión. La Palabra de Dios nos presenta con toda honestidad la miseria de todo hombre, su incapacidad para regenerarse por si mismo y su absoluta necesidad de ser redimido por Dios. Esto es verdad igualmente para los sacerdotes. Jesús escogió a 12 Apóstoles que por 3 años vivieron con El, recibieron sus enseñanzas, fueron testigos de sus milagros. Jesús les dio poder para hacer ellos mismos milagros y sacar demonios en Su nombre. Sin embargo, en la Última Cena, en la que Jesús instituyó el sacerdocio, uno de los 12 le traicionó. Los otros fueron incapaces de permanecer fieles en la prueba esa misma noche y todos le abandonaron.

Necesitamos el poder de la cruz

¿Que ocurrió con los apóstoles? Cometieron el pecado de confiar en sus propias fuerzas, en la lógica y los recursos del mundo para seguir a Jesús. Pedro pensó que el jamás negaría a Jesús. No comprendía que la lucha era superior a fuerzas humanas. No comprendía la importancia de permanecer despierto en oración cuando Jesús le pidió. Se durmió con los demás.

Queda claro que nadie puede ser sacerdote por su propia fuerza ni por sus dones naturales. Tampoco será suficiente haber sido escogido por Jesús y haber recibido la gracia de la ordenación sacerdotal. Dios pide la humildad de obedecerle en todo para dejarse guiar por El. Judas no lo hizo. Los otros fallaron pero después se arrepintieron y dieron la vida por Jesús.

Creo que algo bueno puede salir de los escándalos: Un reto para que los sacerdotes dependamos mas en Jesucristo. En tiempos de corrupción y crisis en la Iglesia, el Señor ha levantado los mayores santos para renovarla. Donde abunda el pecado, sobre abunda la gracia.

También los laicos deben ser retados a poner más confianza en la obra de Dios actuando en el sacerdote a pesar de su miseria humana. Es Cristo el que actúa en los sacramentos impartiendo la gracia santificante. Es Cristo en quien ponemos nuestra fe.

Cada cual mira a la Iglesia según lo que está en su corazón. Si nos falta la fe, no culpemos a los escándalos. Revisemos más bien nuestro corazón. A quienes culpan a otros por su falta de fe “Les ha sucedido lo de aquel proverbio tan cierto: “el perro vuelve a su vómito” y “la puerca lavada, a revolcarse en el cieno” II Pedro 2,22.

A los que quieren ver la virtud y el poder santificador de la Iglesia, no le faltarán innumerables testigos. No será casualidad que, la misma semana en que los escándalos alcanzaban su cenit, Monseñor Duarte, arzobispo de Cali, Colombia, fue martirizado. Este santo obispo, sabiendo las amenazas contra su vida, no titubeó en su valiente testimonio del evangelio. Estimo que ha sido un martirio reparador en unión con Jesucristo. También en esos mismos días tuvimos el testimonio del arzobispo de Lagos, Nigeria, Dr. Antonio Olubunmi Okogie, que voluntariamente ofreció morir en lugar de una mujer musulmana condenada a muerte por lapidación por la corte islámica; del Padre O´Toole misionero irlandés asesinado en Uganda; del atentado contra la procesión del Domingo de Ramos en la ciudad de Goma en el Congo, en el cual murieron una niña un sacerdote y el obispo herido (Monseñor Faustin Ngabu); el arresto en China de Monseñor Jia Zhiguo y tantos otros cristianos anónimos sacerdotes y laicos, que ofrecen su vida siguiendo a Cristo a diario. Ellos son testigos de que la Iglesia da vida abundante a los que tienen fe.

Jesús dijo que los escándalos eran inevitables pero también nos dio la promesa: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Mateo 16,18. ¿Dónde pones tus ojos: en el escándalo en la virtud de los santos? Dios ha dado a la Iglesia la medicina espiritual para curar a todos, pero solo se sana quien toma la medicina con fe.

Estos son los mejores tiempos para ser católico y para ser sacerdote

Muchas veces, al meditar la pasión, he sentido el deseo: “Señor, si yo hubiese estado allí, hubiera dado la cara por ti”. Pues bien Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre. La pasión de Cristo continúa hoy, es la pasión de Su Cuerpo, la Iglesia. Hoy hay más mártires que nunca en la historia. Es por eso que estos son tiempos maravillosos para ser católico y para ser sacerdote, precisamente por ser tiempos difíciles.

Dijo San Luis María Grignon de Montfort: “Jesús tiene muchos amigos en el banquete pero muy pocos amigos de la cruz”. Cuado abunda la corrupción y el mundo con sus vicios y escándalos arrastra penetra en la vida consagrada, cuando arremete la persecución y la mayoría abandona a Jesús y se avergüenza de su Iglesia, cuando la cruz se hace mas pesada, es entonces que estamos en viernes santo. Es entonces que Cristo suscita en su Iglesia los mayores santos. ¡Que dicha vivir en estos tiempos! Hoy tanto sacerdotes como laicos tenemos la mayor oportunidad de dar la cara por Jesús cueste lo que cueste, porque le amamos. Dios quiera seamos dignos de El.

Padre Jordi Rivero

Centesimus Annus

Algunas ideas centrales en torno a la justicia social

1. La libertad debe ir unida a la verdad del hombre (cf. n.4)

2. No cabe un socialismo, si se echa en olvido la trascendencia de la persona humana (n.13).

3. Es importante, e incluso decisivo, el apoyo de la Iglesia en la defensa de los Derechos del hombre (n.22).

4. No es posible definir ni comprender al hombre considerándolo unilateralmente a partir del sector de la economía; es necesario verlo en la esfera de la cultura, cuyo punto central es la actitud que el hombre asume ante el misterio más grande: el misterio de Dios (n.24).

5. La promoción de los pobres es una gran ocasión para el crecimiento moral, cultural e incluso económico de la humanidad entera (n. 28).

6. La propiedad privada tiene una dimensión social, porque los bienes, tanto espirituales como materiales, tienen de suyo un destino universal.

7. Hoy ya no han de considerarse como factores decisivos de producción ni la tierra ni el capital, sino, ante todo, el hombre (cap. IV).

8. No puede decirse, sin más, que el fracaso del comunismo signifique la victoria omnímoda del capitalismo, ni que haya que proponer al capitalismo como (única) vía del verdadero progreso (n.42).

9. La Iglesia aprecia la democracia (en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana), pero un régimen democrático no debe depender de las fuerzas electorales o económicas al momento de decidir en asuntos de justicia o de moralidad (n.47).

10. La aportación propia de la Iglesia, en un régimen democrático, es el concepto de dignidad integral de la persona, dignidad plenamente manifestada en el misterio del Verbo encarnado (n.47).

11. “El hombre es el camino de la Iglesia”. La doctrina social es instrumento de evangelización, que, anunciando la salvación en Cristo, también revela al hombre a sí mismo (n.54).

12. La Iglesia se hará creíble más por su testimonio y sus obras que por la lógica de sus palabras.

Carta a un Homosexual

Grandeza del amor de gratuidad

Querido amigo:

La alegría, la felicidad y plenitud, para quien sabe amar en gratuidad, esto es, por el amor mismo, están en el acto mismo de amar. Todo esto independientemente de que ese amor sea correspondido o no. El amor verdadero no necesita ser correspondido para dar al que ama la verdadera felicidad y la verdadera plenitud. El amor basta por sí mismo para quien de verdad sabe amar. Cuando un hombre ama y espera ser correspondido en su acto de amar, nos encontraremos en presencia no de un amante, sino de un indigente del amor, es decir, uno que necesita mendigar un afecto, una caricia, un gesto de ternura o de complacencia. ¿Es bochornosa la mendicidad? ¿Es vergonzante pedir? ¿Por qué sentimos una vergüenza secreta cuando tenemos que pedir algo? Pues bien, la suprema vergüenza se debe experimentar, sí, pero cuando lo que mendigamos es afecto. Por el contrario, ¡qué plenos! ¡Qué felices! ¡Qué realizados! Pleno, feliz y realizado el hombre que encuentra todo eso en el amor.

Si quieres, mi querido amigo, vivir la experiencia de la plenitud, de la felicidad y de la realización verdaderas, no dudes nunca de que eso lo podrás conseguir en la medida en que sepas amar sin esperar algo a cambio. Un autor que leí hace mucho tiempo, define la amistad como “amor en reciprocidad”, es decir, cuando damos amor sin esperar ser correspondidos, pero obtenemos una respuesta a ese amor en gratuita correspondencia, nos encontramos en la presencia de la amistad. La amistad, por ser un amor gratuito vivido en lo más íntimo de la reciprocidad, no se busca –eso sería mendicidad-; no se espera, ni siquiera debe desearse… La amistad es un don, un regalo que Dios nos hace en el marco del camino de nuestra vida. La actitud, pues, que debemos tener ante la amistad es la que tenemos frente a un regalo: la disponibilidad a recibirla. Hace muchos años, cuando yo era estudiante, me confesé con un fraile sacerdote, de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos; hablándome de la amistad, me dijo: “mira, para llegar a ser amigos, es necesario comer muchos sacos de sal juntos”. ¿Qué significa esto? La sal se tiene que comer poco a poco. Nunca podemos comer sal a puñados. ¿Cuánto tiempo necesitaríamos para llegar a comernos muchos sacos de sal? Indudablemente, mucho tiempo. De igual manera, para llegar a ser amigos, se necesita dejar que pase mucho tiempo.

¿Homosexualidad o personas homosexuales?

Y ahora quiero entrar en el terreno de la homosexualidad, del “amor” homosexual y de la amistad en la vida homosexual… El de la homosexualidad es un terreno en el que más son los puntos sin clarificar, que los ya clarificados. La ciencia no ha tenido la capacidad, por ejemplo, de determinar la etiología, es decir, el origen de la homosexualidad y cuáles son los factores que permiten su existencia. Ante esta problemática hay quienes, incluso, prefieren hablar de “personas homosexuales” y no de la “homosexualidad”, puesto que las manifestaciones de la vida homosexual suelen ser tan variadas como las personas homosexuales mismas. Yo considero que hablar de “personas homosexuales” es más apropiado, porque lo que define a una persona, no es precisamente la orientación sexual que ésta tenga, sino su condición de persona, con una dignidad inalienable que nace del hecho de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Si llegarámos a reducir a la persona a su orientación sexual, nos expondíamos empobrecerla a un nivel tal, que la estaríamos despojando de su condición más sagrada. ¡No! La persona, si bien es cierto que está condicionada por su orientación sexual, no es menos cierto que ésta es sólo una parte de aquélla. La orientación sexual está en función de la persona, y no al revés.

No obstante, aunque de suyo son más las que cosas que no se tienen claras que las que sí a propósito de la homosexualidad, la observación y la ciencia nos han dado la posibilidad de hacer algunas puntualizaciones respecto de la homosexualidad. Tal es el caso, por ejemplo, de la psicología homosexual. La psicología de la persona homosexual es profundamente compleja, ya veces llega a niveles de complicación verdaderamente alarmentes. ¿Por qué? La misma persona homosexual, en muchos casos, se encuentra frente a una orientación sexual que ella misma no escogió. Frente a esta realidad, aparece el sentimiento de impotencia al no poder “cambiar” la orientación. Esta impotencia engendra, normalmente, el sentimiento de frustración, y a la frustración se añade a la censura que viene de la sociedad y de algunas instituciones en general. La persona homosexual es objeto de la censura, a veces despiadada, de los distintos componentes de la sociedad, y esto es el punto de partida para que la persona homosexual se vea condenada a llevar una doble vida. Frente a la sociedad, se asume el rol psicológico que nace del sexo: se es varón o se es mujer. Pero en la intimidad, en el reducido círculo de “amigos”, se puede dar rienda suelta al comportamiento homosexual sin temor a la censura, a la descalificación y a la condena.

Itinerario de un homosexual

Antes de llegar a “asumir” su orientación sexual, la persona homosexual sufre los horrores de condenarse a sí misma. A los sentimientos de frustración engendrados por la impotencia de “cambiar”, se suma el autocastigo y el autorreporche por ser “diferente” a los demás. Sin embargo, una vez “asumida” la orientación sexual, la persona homosexual está en condición de posibilidad, en la mayoría de los casos, de vivir el desenfreno y el desorden en todos los niveles. Esto se da, por ejemplo, en la impunidad con que comienza a llevar una vida doble, visitando lugares y círculos donde se puede manifestar como persona homosexual abiertamente. En todo este proceso, la persona homosexual es capaz de conocer los niveles más macabros de degradación humana; la frecuencia a las saunas, a los bares, a las zonas de encuentros, son sólo algunos medios por los que la persona homosexual puede llegar a degradarse y a poner en serios paréntesis su condición de dignidad de persona humana. Por esta razón, es frecuente que la persona homosexual esté condenada a morir de enfermedades como el SIDA, que tienen, todavía en la actualidad, una inmensa connotación de carácter moral.

Junto a esta primera etapa, en el que el homosexual “asume” su condición, aparece otra de las características que definen la conducta homosexual: la promiscuidad. La inmensa mayoría de los homosexuales no reparan en las personas más que en sus atributos físicos. Los atributos físicos son las condiciones para que una persona homosexual se sienta atraída o no hacia otra. En este sentido, se ha creado toda una cultura del tipo de hombre del que gusta una persona homosexual. Ateniéndonos a lo dicho anteriormente, sobre la variedad de formas que reviste la homosexualidad, normalmente los hombres que son objeto del gusto y atracción de las personas homosexuales son aquellos que tienen estatura alta, con cuerpos moldeados en gimnasios y vestidos al modo que podríamos llamar “pop”. Esto, aunque no siempre y en todos los casos, suele ser la constante en el comportamiento de las personas homosexuales.

¿Amor homosexual?

Ahora bien, ¿es posible el amor entre los homosexuales? O, formulada más concretamente, ¿es posible que una pareja homosexual pueda llegar a la complementariedad en el afecto? La psiquiatría y la psicología, en este particular, tienden a ser enfáticas: no es posible, en un máximo porcentaje, que las personas homosexuales que deciden vivir en parejas, logren la firmeza, la estabilidad y el equilibrio que sí es posible encontrar, por ejemplo, entre las parejas heterosexuales. ¿Por qué esta imposibilidad? Básicamente porque el fundamento de este tipo de parejas no es el amor, sino un sentimiento narcisista –y por tanto indigente- de búsqueda desordenada en la otra persona de lo que no se tienen en sí mismo. Dicho más claramente, la persona homosexual piensa encontrar en el otro lo que en sí mismo no encuentra. Una vez desaparcido el “encanto” y el “atractivo” primeros, la pareja se disuelve, con la constante de que uno de los dos queda en una grave situación de crisis emocional y afectiva. No son fácilmente constatables en la realidad y en la experiencia los casos en que la pareja homosexual haya conocido, como razón de su separación, la muerte de uno de los dos.

A los sentimientos narcisistas y superficiales que fundamentan la relación de pareja de personas homosexuales, se une otra de las características de la conducta de las personas homosexuales: la tendencia –a veces lamentablemente desordenada- a la promiscuidad sexual. Es frecuente que una persona homosexual sea capaz de mantener múltiples relaciones sexuales con distintas personas, en un lapso de tiempo muy corto. Esta tendencia, en parte, tiene su explicación más profunda en la carencia afectiva que suele acomapañar a las personas homosexuales, y a su falsa consideración de considerar el placer sexual-genital como fuente de felicidad, estabilidad y equilibrio. En realidad, es todo lo contrario. Mientras más sean los encuentros sexuales con un gran número de personas, mayor será el estado de promiscuidad, y más en riesgo estará la dignidad de la persona, su estabilidad emocional y afectiva, y su misma estabilidad física, por el riesgo de contraer una enfermedad infectocontagiosa. Por otra parte, al fijarse –a veces compulsivamente- en el físico de las personas, en este caso de los hombres, la persona homosexual se sentirá atraída hacia todos aquellos hombres que cubran los parámetros de sus gustos y preferencias. La promiscuidad sexual en las personas homosexuales, finalmente, suele ser una de las causas más comúnes de la disolución de las parejas; contrario de lo que sucede en muchas parejas heterosexuales, que son capaces de seguir estables aún y por encima de la infidelidad puntual de uno de los dos.

La luz que brinda la amistad genuina

¿Puede llegar la persona homosexual a vivir la experiencia de la amistad? Todas y cada una de las personas estamos llamados a vivir la experiencia de la amistad. Si la amistad es un don de Dios, que en encarna en una experiencia profundamente humana, necesariamente todas las personas podemos tener la gracia de recibir el don de la amistad. Las personas homosexuales no quedan excluidas de la gracia de la amistad, puesto que lo que define el fundamento de la persona es la dignidad que nace de su ser personal, y no su orientación sexual. Así, pues, la persona homosexual no sólo puede vivir la experiencia de la amistad, sino que está llamada a vivirla de una manera especial. Sin embargo, es preciso hacer algunas salvedades en este campo, con la finalidad de tener más claro el horizonte.

En primer lugar, la persona homosexual tiene que estar abierta a recibir el don de la amistad, tal y como ha quedado descrita anteriormente. Esta apertura significa la disposición de renunciar a todo interés en una relación de amistad, sobre todo a los intereses que pueden nacer de los deseos sexuales. Cuando en una relación de amistad se pasa al plano de las relaciones sexuales la amistad queda herida de muerte, y es muy probable que la experiencia de amistad quede truncada, mejor, abortada para siempre. El sentido común siempre dicta que “la primera vez es la más difícil”, lo cual significa, aplicada en este campo, que una vez que se tenga la primera experiencia sexual entre amigos, es factible que ésa sea la primera de una interminable cadena de relaciones de naturaleza sexual genital.

De lo anterior se desprende que es muy favorable que la persona homosexual viva una experiencia de amistad con una heterosexual. Esto deja garantizado, en un alto porcentaje, que no habrá lugar a una relación de tipo sexual entre los amigos. Por otra parte, cuando una persona homosexual vive una experiencia de amistad profunda con una persona heterosexual, el primero tiene la posibilidad de descubrir, a través del segundo, aspectos y dimensiones de la vida que la misma homosexualidad le ha impedido ver o vivir. No obstante, como sea que la amistad, según lo ya dicho, es una experiencia entre personas, que no se busca, sino que se recibe como un don, cabe afirmar que también entre homosexuales puede haber una experiencia de amistad.

Tampoco queda excluida, en este sentido, la amistad de una persona homosexual varón con una mujer. Más aún, es sumamente aconsejable la experiencia de amistad entre un varón homosexual y una mujer. La existencia de la realidad de la homosexualidad es un hecho innegable. No podemos evadir su existencia en el mundo. Sin embargo, tampoco podemos evadir cómo en el designio creador de Dios, desde el principio, quedó establecido que la humanidad se realizara a través de la condición masculina, con todas las dimensiones que le son propias, y la dimensión femenina, también con sus propias especificidades. Por más que la tendencia sexual del varón homosexual esté dirigida hacia las personas de su mismo sexo, nunca y en ningún caso podrá evadir que es varon. Sea o no homosexual, el varón no podrá escapar al encuentro con la mujer. El encuentro con la mujer le permitirá descubrir lo más propio y específico de su masculinidad. Me llama mucho la atención, en le relato de la creación de la mujer, en el libro del Génesis, cómo Adán, estando delante de Eva, exclama: “Esta si es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Una autora, Simone de Beauvoir, afirma: “el varón se vuelve varón bajo la mirada de la mujer”. El gran poeta Antonio Machado, también afirmó en una de sus coplas: “Dicen que un hombre no es hombre, mientras que no oye su nombre de labios de una mujer”.

A modo de conclusión

Yo creo que me he extendido demasiado, mi querido amigo; pero espero que esta carta sea para ti el punto de partida para que tú puedas descubrir, clarificar y ordenar algunas dimensiones de tu vida que en este momento exigen ser descubiertas, clarificadas y también ordenadas. La tarea no es fácil. Sin embargo, tú, considera que la vida la has recibido como un Don de Dios; que Dios te ha creado para vivir en felicidad y la felicidad es el resultado de la experiencia del amor, vivido en toda su pureza y radicalidad. Yo te invito a que te abras a la experiencia de la amistad como el marco en el que tú puedas vivir la experiencia del amor. Si tú te abres a la experiencia de la amistad, verás cómo esa misma experiencia te abrirá, a su vez, horizontes nuevos, perpectivas diferentes, que jamás pensaste descubrir. Tú, simplemente estate atento y no desaproveches la amistad que el Señor te quiere regalar como un don de su amor.

Por: Un predicador católico