El vigía de la economía mundial no trabaja por dinero. No le hace falta porque cuando entró en la Administración Pública norteamericana en 1967 ya era millonario.
Hijo de un operador de bolsa, nació en el estado de Nueva York el año 1926. Doctorado en Economía por la Universidad de Columbia, hizo carrera como asesor financiero, un trabajo con el que logró amasar una importante fortuna. El presidente Nixon se fijó en él y le fichó en el año 1967 como asesor económico independiente. Su carácter externo al aparato del Gobierno le permitió escapar del escándalo del Watergate. Cuando Gerald Ford llegó al despacho oval, Greenspan ocupaba el cargo de presidente del consejo de asesores económicos de la Casa Blanca. En 1974 decidió volver al ámbito de la empresa privada y trabajó durante varios años para compañías como JP Morgan o Mobil Corporation.
Por todos conocido su carácter republicano, Ronald Reagan le persuadió en 1987 para que ocupara la presidencia de la todo poderosa Reserva Federal de los Estados Unidos. Su amplia experiencia le hizo prever el crack bursátil del año 87 antes de que éste se produjera, lo que le permitió contrarrestar los efectos de la crisis. George Bush le ratificó en el cargo. Bill Clinton convirtió el enorme déficit gubernamental heredado de su predecesor en superávit gracias a los consejos del “maestro”. Y es que Greenspan, a pesar de ser republicano, siempre ha sido admirado desde las filas demócratas.
Sus intervenciones públicas tienen un efecto inmediato en las bolsas. Los dirigentes de los bancos centrales de todo el mundo le envidian. Greenspan ha tenido la suerte (o la desgracia) de no encontrar una sola crítica a su labor como presidente de la Reserva Federal en los catorce años que ocupa el cargo. Él, mientras tanto, aceptó renovar su mandato el pasado 4 de enero por el “inimaginable interés intelectual” de comprobar las teorías económicas en los mercados financieros.
Sin duda alguna, su experiencia será muy valiosa para que los Estados Unidos puedan salir de la recesión económica que rondaba sobre ellos durante el pasado verano y que acabó por desarrollarse tras los atentados del día 11 de septiembre. No en vano, la mayor parte de las decisiones económicas adoptadas por George Bush tras el fatídico día llevan el “sello Greenspan”.
Si en su vida profesional Greenspan ha levantado odios y pasiones, parece ser que en su vida privada también. Se ha casado en tres ocasiones, primero con una artista y más tarde con dos periodistas. Su mayor afición, tocar el clarinete. Su forma de tomar las decisiones que hacen tambalear las economías de todo el mundo: en un baño de agua caliente a las seis de la mañana.