La Iglesia como puente en la “brecha digital”.
No escapa a los ojos de los especialistas, e incluso de cualquier observador un poco atento al desarrollo de la cultura, la existencia de la así llamada “brecha digital”, es decir, la nueva expresión de la diferencia entre los “nuevos ricos” y los “nuevos pobres”: quienes poseen la tecnología y pueden tener acceso a la información y quienes, por diversos motivos, no la alcanzan.
Esta brecha y estos “nuevos pobres”, categoría emergente en la realidad mundial, no pueden ser detectados sólo a través de parámetros meramente económicos, sino también culturales, generacionales, geográficos, etc. Pensemos en una familia en la que los padres y los hijos acceden de dos formas muy distintas a la información; se podría colocar a los primeros en el sector de los “nuevos pobres” simplemente porque no reciben la masa pluriforme de información de los medios digitales. Otro ejemplo: para poder conseguir trabajo es cada vez es más necesario, incluso para un sencillo obrero, saber manejar un computador.
En todo caso la pregunta es si esta “brecha” debe existir por fuerza e irremediablemente, o si de alguna manera es posible, trabajando por el progreso del mundo, lograr que todos se vean beneficiados por estos nuevos medios. Contemplando el panorama del desarrollo tecnológico del mundo vemos cómo soluciones que ayer parecían inalcanzables, más adelante son ya patrimonio común.
Dos aspectos necesarios:
“Que las colinas se abajen”: profundizar el desarrollo y la extensión de la tecnología de los “pocket PC”.
Parece paradójico: Los computadores personales crecen cada vez más en la medida de sus procesadores, de sus discos, de sus velocidades, de sus módems… En cambio su contraparte, las tecnologías de la computación móvil (ej: pocket PC), permiten con apenas unos pocos megas almacenar libros completos, imágenes, música, bases de datos. Usando tecnologías de comunicación de antiguas velocidades se logran sincronizar todos los servicios: bajar correo electrónico, navegar por Internet… Todo está optimizado para estas tecnologías “light”. Entonces vuelve a surgir la pregunta: ¿no es posible aplicar estas tecnologías – hoy optimizadas y dirigidas a la más alta computación móvil- a aquellos aparatos que tienen pocos megas y poca velocidad de transmisión, no a través de sistemas roaming sino por sistemas antiguos? ¿Lo impiden factores tecnológicos o factores comerciales? ¿Es cuestión de arquitecturas de sistemas o más bien de los servicios que se desean brindar? Asimismo, el desarrollo de las tecnologías off line, tan importantes para las conexiones con telefonía celular y satelital, pueden ser un significativo aporte para los módems pequeños y las largas distancias.
“Que los valles se levanten”: hacer accesibles los contenidos WEB a través de simple texto o de tecnologías fuera de línea.
Algunos creen que si las Webs no tienen una gran cantidad de gráficos y elementos en movimiento y tantos otros añadidos, no son “modernas”. Pero la cuestión fundamental ¿no es más bien el contenido? Y más aún: ¿no es el objetivo que el contenido pueda alcanzar el mayor numero de usuarios posibles? Es cierto que el equilibrio entre servicio y belleza es importante, pero a la hora de privilegiar uno de los dos elementos es claro de qué parte debe inclinarse la balanza.
Caminos eclesiales de vanguardia
En este punto la Iglesia tiene ya con un camino recorrido. Aun antes que la brecha digital se planteara con las dimensiones que ahora tiene, y desde los inicios del desarrollo informático, el trabajo eclesial en América Latina se desarrolló estableciendo puentes para que todos, mas allá de sus recursos disponibles, pudieran acceder a los contenidos.
No es difícil comprender que esta primera intuición emerge del mandato original: “Id a todo el mundo”. El mandato misionero de llevar el mensaje a toda criatura conlleva que al usar los medios que se disponen para la Evangelización, al mismo tiempo se verifiquen los mecanismos de regulación que alzan lo bajo y abajan lo alto, allanando el camino para que llegue el Señor!.
En este sentido el Congreso sobre Iglesia e Informática tiene que ser una ocasión para que pensadores y tecnólogos, y especialmente los custodios del contenido de la Iglesia, demos una mirada para ver si el gran patrimonio de la Iglesia lo estamos dando y brindando con las posibilidades misioneras que el medio digital nos presenta! ¡Y cómo resuena el mandato misionero “Id hasta el confín” en el arco de las posibilidades que hoy nos brindan los recursos informáticos, las redes, los satélites la comunicación!
Tanto la persona del enviante, como el contenido del mensaje y el mandato de llevarlo reclaman una relectura de la utilización de los medios, porque así como nadie debe quedar sin el mensaje, ninguno de los enviados puede sustraerse al deber utilizar lo que la cultura le ofrece, superando los criterios impuestos por el mercado y focalizando su utilización más bien hacia el mensaje y su destinatario.
Para la Iglesia esta problemática de “la brecha digital” plantea cuestionamientos de pensamiento y también de orden práctico, ya que se deben analizar las implicaciones de esta nueva cultura que razona en categorías digitales y por lo tanto nos desafía a presentar las verdades de siempre en una forma “nueva en sus métodos y nueva en su ardor”. Y también en la vida práctica, porque para colaborar a la “integración digital” hay que ofrecer los contenidos del Evangelio de una forma tal que no contribuya aún más a la profundización de esa brecha, sino que allane obstáculos para alcanzar a TODOS, como lo ha mandado el Señor.
P. Lucio Adrián Ruiz
Coordinador Técnico de la RIIAL