Hace poco celebraba la misa con un grupo grande de hispanos. Llegados al momento de la consagración de la Sangre, sentí un impulso de fervor y alabanza muy bonito, y le dije a Jesús:
–¡Más quisiera levantarte!
Para máxima sorpresa de mi alma, me respondió, y su voz brotaba de la Sangre misma:
–Tú no me levantas; tú estás colgado de mí.