Mientras la vida retorna a la normalidad después de las celebraciones de la Semana Santa y el festivo del lunes pasado, es bueno hacer un balance.
Caigo en cuenta de que esta es la primera Semana Santa que paso en esta parroquia de St. Saviour:
- En el 2004 celebré en Dublín, sí, pero con unas Hermanas Dominicas en Muckross, un grupo de ancianitas bastante impedidas. Fue bello, porque fue ver el misterio de la Cruz de un modo muy patente.
- En el 2005 estuve en Fátima, predicando el retiro anual a las Monjas Dominicas de clausura de esa ciudad. Una experiencia única, marcada por la presencia de la Virgen, y humanamente hablando, por cierta soledad en un país nuevo y sin gente conocida para mí.
- En este 2006 sí estuve en la parroquia. Tuve un retiro en inglés con laicos el día Viernes Santo. Pero más me impactó no lo que yo hice sino lo que recibí.
Hubo varias cosas para destacar: la presencia mayoritaria de polacos, por ejemplo. Nuestras celebraciones fueron casi bilingües, por ejemplo con una de las lecturas, repetición del evangelio, segunda homilía y algunas peticiones en polaco. La cosa está más que justificada, porque un 40 o 50 por ciento de los asistentes vienen de Polonia. Es como una señal de lo que está viviendo Irlanda: los católicos irlandeses dejan en lento éxodo a la Iglesia, mientras que una generación de obreros y jóvenes profesionales polacos llega a esta isla y toma no sólo muchos empleors sino los puestos que los de aquí han dejado vacíos en las iglesias.
Pero lo que más me impactó no es una noticia reciente aunque siempre sea nueva: es la liturgia. Lo que he sentido de una manera muy viva es que en la repetición de unas palabras y actos hay mucho más que lo que nosotros hacemos, incluso más que lo que los gestos sugieren. Voy detrás de una palabra que sólo puede ser “presencia”: es experimentar que la liturgia no es algo sino el encuentro con Alguien.
Lo otro maravilloso de esta Semana Santa es que al fin pude termianr un proyecto que acariciaba hace años. Mejor que hable por sí solo.