Padre Fray Nelson, hoy mi esposa me hizo la siguiente pregunta y quisiera que Usted me ayudara para darle luces en su camino a la conversión: QUIEN CREÓ A DIOS. Yo le dije que Dios es el principio y fin, el Alfa y la Omega, e igualmente le dije que Dios es el que es. Y punto. Padre, ¿será que me puedes ayudar en esta pregunta? -J.R.
Nota inicial: nuestra respuesta puede parecer un poco densa; la razón es que tomamos con absoluta seriedad una pregunta que sólo puede ser considerada como muy profunda. Pasemos ahora a la respuesta misma.
Cuando aplicamos un verbo a algún ser lo hacemos basados en una correspondencia entre ese verbo y ese ser. De otro modo, la pregunta puede carecer de respuesta porque carece de sentido. No carece de sentido por ser irracional sino porque estamos suponiendo una cualidad o característica en un ser que no la tiene.
Pensemos en preguntas como estas: ¿Cuál es la densidad de un triángulo? ¿Qué dialecto prefieren los meteoritos? Qué hace la lava cuando se aburre?
A menos que estemos escribiendo un poco en clave de fantasía, humor o poesía, ninguna de esas preguntas tiene una respuesta “correcta.” Todas estás puestas en muy buen español y usan palabras válidas y conceptos racionalmente correctos, pero notemos que al enunciar una pregunta estamos suponiendo una base de concordancia entre ciertas características o cualidades, y los seres sobre los que preguntamos. La enseñanza es que no cualquier adjetivo o característica puede ser preguntada. El ejemplo clásico es aquel: ¿qué longitud tiene un litro de leche?
Teniendo esto claro, volvamos a la pregunta inicial. Al preguntar por el creador de Dios estamos antes afirmando algo sobre Dios, a saber, que es creado. Y aquí viene lo que decimos: ¿por qué se afirma que Dios es creado? La persona que pregunta por el creador de Dios tiene que contarnos por qué afirma que Dis es creado.
Esa persona podría decir: “Si todas las cosas tienen una causa, también Dios debe tener la suya propia.” Pero en este argumento falla algo, la premisa mayor. Nosotros los creyentes no decimos que “todas las cosas tienen una causa” sino que aquellas cosas que no tienen su razón de ser en sí mismas requieren de una causa externa, o sea, en últimas, requieren de otro ser que las explique. La clave está en la expresión “razón de ser.”
Cuando veo que alguien trabaja afanosamente busco una explicación para su esfuerzo; esa razón puede ser el dinero que quiere tener para comprar su casa. Pero hay experiencias incluso humanas que parecen no necesitar una causa externa. Pensemos en la alegría. Si una persona está alegre, no solemos preguntarle: “Oye, ¿para qué te alegras?” Uno pregunta: “¿Para qué te esfuerzas?” pero usualmente no pregunta: “¿Para qué te alegras?” El motivo es que la alegría casi parece explicarse como por sí misma; está más cerca de poseer en sí la razón de su propio ser.
Algo parecido decía san Bernardo refiriéndose al amor: el amor encuentra en sí mismo su propia razón. Es justamente famosa su expresión: “Amo porque amo; amo por amar.”
Los creyentes admitimos que hay muchas cosas y muchos seres en el mundo que requieren una explicación distinta de ellos mismos. Pero ese camino precisamente nos conduce hacia Dios: la cadena de explicaciones no podría ser infinita porque entonces nada explicaría realmente a nada.
Es decir: el hecho de que haya ALGUNOS, muchos seres que no pueden ser explicados por sí mismos, nos lleva finalmente hacia reconocer que hay uno que llamamos Dios, pero por supuesto eso no implica que TODOS los seres, incluido Dios, requieran de explicaciones distintas de sí mismos.