Máximas del Padre Pío

La presencia de Jesús en el corazón:

Confieso que para mí es una gran desgracia no saber expresar y explicar este volcán eternamente encendido que me quema y que Jesús hizo nacer en este corazón tan pequeño.¡Bendigo a Dios, que por su gracia, otorga santos sentimientos!

Todo lo podría resumir así: me siento devorado por el amor a Dios y el amor por el prójimo. Dios está siempre presente en mi mente, y lo llevó impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista: me toca admirar su belleza, sus sonrisas y sus emociones, su misericordia, su venganza o mas bien el rigor de su justicia…¿Cómo es posible ver a Dios entristecerse por el mal y no entristecerse también uno?

Conocimiento y amor

Las cosas humanas necesitan ser conocidas para ser amadas; las divinas necesitan ser amadas para ser conocidas

Santa Misa:

Sería más fácil que la tierra se rigiera sin el sol, que sin la santa Misa.

María Santísima

Si no hubiera Fe los hombres te llamarían diosa. Tus ojos resplandecen más que el sol, eres hermosa, Madre, me glorío, ¡Te quiero!

Oye, Madre, yo te quiero más que a todas las criaturas de la tierra y del cielo;… después de Jesús, es claro; te quiero tanto. Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Seamos inmensamente gratos a la Virgen. ¡Ella nos dio a Jesús!

Oración

Solo quiero ser un fraile que reza… Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración…

La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón…

El don de la oración está en manos del Salvador. Cuanto más té vacíes de ti mismo, es decir, de tu amor propio y de toda atadura carnal, entrando en la santa humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón. En los libros se busca a Dios, en la oración se lo encuentra.

Crecimiento

Para crecer, necesitamos del pan básico: la cruz, la humillación, las pruebas y las negaciones.

Crítica

No tolero la crítica y la habladuría sobre los hermanos. Es cierto que a veces me divierte aguijonearlos, pero la murmuración me da náuseas. Tenemos tantos defectos que criticarnos a nosotros mismos ¿Por qué perder tiempo en lo de los hermanos?

Enemigos

Jamás pasó por mi mente la idea de una venganza. Recé por los detractores y rezo por ellos. Quizá alguna vez le dije al Señor: Señor, si para convertirlos es necesario algún fustazo, hazlo, con tal que se salven.

Humildad

Si necesitamos paciencia para tolerar las miserias ajenas, más aún debemos soportarnos a nosotros mismos.
En tus diarias infidelidades, humíllate, humíllate, humíllate siempre. Cuando el Señor te vea humillado hasta el suelo, te tenderá su mano. Él mismo pensará en atraerte hacia Él.
Has construido mal; destruye y reconstruye bien.

Pruebas

Ten por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡Coraje! y adelante siempre.

Por muy altas que sean las olas, el Señor es más alto. ¡ Espera!… la calma volverá.

Las pruebas a las que Dios os somete y os someterá, todas son signos del amor Divino y Perlas para el alma.

Pobres

En todo pobre está Jesús agonizante; en todo enfermo está Jesús sufriente; en todo enfermo pobre está Jesús dos veces presente

Sufrimiento

Casi todos vienen a mí para que les alivie la Cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla.

¿Por qué?

Lo importante es caminar con sencillez ante el Señor. No pidas cuenta a Dios, ni le digas jamás: ¿Por qué? Aunque te haga pasar por el desierto; Una sola cosa es necesaria: Estar cerca de Jesús. Si nos cita en la noche no rehusemos las tinieblas.

Amor y sus hijos espirituales

La caridad es la reina de las virtudes. Como el hilo entrelaza las perlas, así la caridad a las otras virtudes; cuando se rompe el hilo caen las perlas. Por eso cuando falta la caridad, las virtudes se pierden.
La caridad es la medida con la que el Señor nos juzgará a todos.
La humildad y la caridad van de la mano. La primera glorifica, la otra santifica.

Amo a mis hijos espirituales tanto como a mi alma y aun más.

Al final de los tiempos me pondré en la puerta del paraíso y no entraré hasta que no haya entrado el último de mis hijos.

La escalera al cielo

Donde no hay obediencia, no hay virtud. Donde no hay virtud no hay bien. Donde no hay bien no hay amor y donde no hay amor no está Dios; si no está Dios no se va al paraíso. Esto forma como una escalera, si falta un peldaño uno se cae.

María, Modelo Eucarístico

Vivir la misa en actitud mariana constituye para las familias jóvenes la catequesis mariana más bella y mejor lograda. Efectivamente, se dan cuenta de que una fuerte experiencia eucarística tiene necesidad de la presencia discreta, pero obligada, de María; más aún, tiene necesidad de que cada cristiano pase a través de todas las fases del misterio mariano asumiendo la actitud mariana típicamente femenina como constitutivo normal de su “situarse frente a Dios” para dar gracias. Solamente la persona pobre, abierta a Dios, dispuesta a las llamadas del Espíritu, puede hacerse capaz de manifestar a Dios su agradecimiento, es decir, de hacer eucaristía. En una sociedad como la actual, en la que cuenta más el que más puede, el que es más fuerte, el que es más rico, queda poco espacio para una celebración eucarística vivida, a no ser que aceptemos dirigirnos a la parte más pobre de nuestro ser, la cual, por tener capacidad receptiva, es capaz de ponerse en una actitud de paciente espera. Y esta parte, en cada uno de nosotros, es la parte femenina de nuestro ser, es la parte mariana.

María de Nazaret se convierte en el símbolo de esta serena pobreza que aguarda y al propio tiempo se hace profecía cumplida de la misma. En efecto, María es quien, siendo libre y liberada, sabe dar gracias, sabe ser eucarística, sabe cantar al único Poderoso a quien ella acepta como Señor de su vida y de la historia entera. Toda actitud mariana que llegue a repetirse en el cristiano, así como toda fiesta mariana que la proponga de nuevo como punto de referencia pueden llegar a ser uno de esos signos-memoriales tan subrayados y tan preciosos en la historia del pueblo de Dios, tanto del AT como del NT.

Los diversos momentos históricos que vieron a esta mujer envuelta en la dinámica del nuevo éxodo, del Sinaí de la nueva alianza, en la respuesta coral del amén a Dios que la salvó a ella y a su pueblo, se convierten en elementos concretos que nos señalan hoy a nosotros las actitudes que hemos de asumir, tanto dentro de la convocatoria dominical como sobre todo, dentro de nuestro caminar por el destierro que nos ve operantes durante la marcha a lo largo de la semana. Todo esto se convierte en una respuesta consciente al mandato del Señor: “Haced esto en memoria mía”, y al mismo tiempo se hace respuesta obediente al consejo de María: “Haced cuanto él os diga”. En términos concretos todo esto significa: “Entrad en la lógica del morir por los hermanos”, puesto que “sólo el que pierda su vida la encontrará”.

La praxis semanal tiene aquí su explicación y su justificación y no podrá menos, por consiguiente, de ser intensa hasta el punto de transformar la realidad del mundo en realidad de Dios. La eucaristía vivida con esta intensidad crea hombres peligrosos, decididos a todo, por la conquista de la verdadera libertad: una libertad cantada, compartida, vivida, lo mismo que sucedió en María, la mujer que nunca se rindió sino que aguardó, en el don del Espíritu, la esperanza bienaventurada.

Una vida eucarística vivida con una actitud mariana no sólo enuncia los misterios del rosario, sino que los transforma en momentos de vida recogida dentro de los dos grandes momentos significativos del “He aquí la esclava del Señor” y de la presencia en medio de los amigos de Jesús, mientras esperaban el Espíritu. En este largo periodo de espera hay espacio suficiente para “conservar la palabra en el propio corazón” (Lc 2,19.51) y para hacer de ella una profunda exégesis, interpretándola a la luz de los acontecimientos, en los que Dios sigue realizando sus maravillas. Y entre un domingo y otro hay espacio suficiente para marchar a toda prisa y llevar la gracia del Verbo a los hermanos que esperan “al otro lado de los montes de Judea”, acompañando a la Virgen de la Visitación.

Los Caminos de Dios

Todos los medios de comunicación están pendientes de la decisión que tomará el senado romano en estos días. El emperador reunido con sus más cercanos asesores está evaluando la conveniencia de las leyes promulgadas. El mundo está expectante, todos miran a Roma; se han hecho presentes los más importantes y destacados medios de prensa del orbe entero.

Ciertamente, si congeláramos esta escena, que ha intentado recrear la atención del mundo para con la capital del imperio, y entrando en ella, le preguntáramos a un hombre cualquiera de ese tiempo, ¿dónde se está gestando el futuro de la humanidad? Y ¿quién lo está decidiendo? Nuestra pregunta suscitaría en él, un asombro similar al que experimentaron los discípulos camino de Emaús ante la demanda de Jesús, “¿qué ha ocurrido?” La respuesta claramente apuntaría hacia el Imperio Romano: allí se están resolviendo los destinos de la humanidad. Allí esta el poder que regirá al mundo. Los destinos de todos los hombres están en las manos del emperador romano y su senado que bosqueja cómo disponer del mundo según su proyecto.

Al mismo tiempo, en una parte alejada de ese mismo imperio, dos mujeres se encuentran en uno de los tantos pueblitos polvorientos de Israel. Una, llamada María; la otra, su prima Isabel. Las dos llevan en sus vientres a dos personajes de la historia grande: Isabel, a Juan Bautista; María, a Jesús. La lectura de la realidad aparece harto distinta para quien se coloque desde esta perspectiva. El mundo no ha quedado en manos del azar, no depende en su destino último de la prepotencia de quien ejerce el poder arbitrariamente. No está bajo la amenaza del capricho; no es un hijo abandonado de un padre prófugo. El Creador “no olvida la obra de sus manos.” Y en virtud de su Amor, cumple plenamente con la promesa que había realizado desde el momento de la caída del hombre en el paraíso.

Dios está confundiendo los proyectos de los fuertes con la disponibilidad y el amor de los débiles. Dos mujeres a la vera del camino son las portadoras de los destinos de la humanidad de todos los tiempos. En sus conversaciones sencillas, Dios está tejiendo la historia de la salvación. Su acción está en medio de ellas, se torna palpable, es motivo de gozo para el niño que lleva en el vientre Isabel. Ante la “Madre del Señor”, Juan Bautista salta de gozo. Así como David viene danzando delante del Arca de la presencia que vuelve a estar en medio de su Pueblo, Juan Bautista salta de gozo delante del Arca de la Nueva y Eterna Alianza que deposita al Señor Dios en medio de su Pueblo. María es saludada por ser la portadora, como el Arca, de la presencia de Dios, para convertirse en el primer sagrario, que custodia con la valentía de la fe, el proyecto de Dios que se está realizando.

¿Quiénes son los débiles desde la perspectiva del mundo? María, José, Isabel, Zacarías, Juan Bautista, los pastores fieles, Ana, Simeón; eran llamados despectivamente “anawin”, es decir, los pobres del Señor. Para vivir confiadamente, es necesario pedir la gracia de la mirada de estos “limpios de corazón”: ¡así es como se ve a Dios y su proyecto!

“No tengan miedo” nos dice el Señor, y hoy nos lo recuerda Juan Pablo II. “Dios está con nosotros” cumpliendo su proyecto según su promesa. Si el futuro se abre lleno de incertidumbres busquemos purificar nuestro corazón para mirar desde la esperanza: ¡desde los ojos de Dios!

Diác. Jorge Novoa

Lo Más Bello

Pienso que lo más bello que puede salir de labios humanos es bendecir.

Es extender sobre los demás el cobijo de buen corazón que Dios nos ha dado.

Es acoger en regazo grande la suma de las miserias que empañan los días de los hombres.

Es dar el pan de la dulzura al alma hambrienta que aún tiene que seguir de camino.

Es recoger la bondad escondida y levantarla un poco hacia su Autor.

Es dar parte de victoria y reclamar para Dios lo que sólo a Él pertenece.

Es acostumbrarnos al lenguaje del cielo, estando aún en la tierra.

Te bendigo en el Nombre de Jesucristo, y bendigo a cada persona que lea estas palabras.

Fr. Nelson Medina