Hay cruces casi “inevitables”: Ciertas edades, ciertos climas, ciertos trabajos, ciertos caracteres, ciertas convivencias, ciertas palabras, ciertos silencios, ciertos momentos….y uno debe asumirlas.
Hay cruces que te “endosan”: En forma de calumnia, en forma de contagio, en forma de palmada, en forma de convivencia, en forma de timo, en forma de contrato, en forma de chapuza, en forma de aislamiento…. Evito y soporto este tipo de cruces.
Hay cruces que “te atrapan”: Te atrapa la droga, te atrapa el placer, te atrapa la pasión, te atrapa el dinero, te atrapa el juego, te atrapa el falso amor, te atrapa la envidia, te atrapa el poder, te atrapa la fama….. Huyo de este tipo de cruces.
Hay cruces como “de temporada”: Cruces de adviento, cruces de cuaresma, cruces de Semana Santa, cruces de entierro y funeral, cruces de ayuno y abstinencia, cruces de casa de Ejercicios, cruces de Campaña a favor de…… No me fío de estas cruces.
Hay cruces de “competición”: Trabajo mas que nadie, disimulo más que nadie, aguanto más que nadie, callo más que nadie, sufro más que nadie, doy más que nadie, me mortifico más que nadie, rezo más que nadie…. Me río de estas cruces.
Hay, sin embargo, una cruz que admiro y me causa asombro; y con la que Puedo y debo cargar:
– La de quien procura que el otro no tenga cruz.
– La de quien ayuda al otro a llevar su cruz.
– La de quien se mortifica para no mortificar.
– La del que sufre sencillamente porque… ama.
¡Esta es la Cruz de Jesús!