7.1. Nuestro Señor Jesucristo dijo en alguna ocasión: “Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me ha enviado” (Jn 14,24). Puedes ver en ese modo de hablar que Él es modelo no sólo de los hombres sino también de los Ángeles. Él es nuestra cabeza y de Él todo recibimos, y en su gloria, llenos de amor, servimos.
7.2. Jesucristo fue enviado para vuestra salvación, pero su obra fue también como una revelación nueva para nosotros, por las razones que la Sagrada Escritura te ha dado a conocer, muy singularmente por el misterio adorable de su muerte en la Cruz. ¡Hay tal distancia entre Dios y la muerte! Él es la Vida misma y la Fuente de toda Vida, ¿cómo pensar o suponer algún género de poder de la muerte sobre Él? Por eso te digo que también para nuestro entendimiento hubo y hay lecciones sublimes en la muerte del Hijo Unigénito de Dios.
7.3. Es normal que te preguntes cómo nosotros, que carecemos de tiempo, podemos llegar a aprender algo, puesto que el aprendizaje implica el paso de la ignorancia al saber. Pero observa que la misma pregunta podrías hacerla con respecto al Hijo de Dios, que en sí mismo es eterno, y sin embargo de Él fue escrito que “experimentó la obediencia” (Heb 5,8). Tener experiencia es algo que sólo sucede en un determinado tiempo, de donde alguien podría imaginar que el Verbo Eterno de Dios quedó sometido al tiempo por lo menos en cuanto tuvo experiencia de la obediencia, o del dolor, o de la muerte. Y aunque esto es cierto en algún sentido, porque es parte de su humillación, sin embargo el Verbo no cambió, no creció ni disminuyó por el hecho de la Encarnación. En este sentido, su “experiencia” no marca un tiempo en aquello que Él es en sí mismo.
Continuar leyendo “7. Cristo, Dios y Hombre”