Dios es bueno. Su misericordia es eterna.
Mi convicción más profunda es que no hay nada en mí que sea ni más grande, ni más bello, ni más fuerte, ni más importante, ni más fecundo, ni capaz de darme mayor alegría que saber que Dios existe y nos ama.
Por eso crece de día en día la admiración y la gratitud que siento por Jesucristo. Lo que hemos conocido en Jesucristo no es otra cosa que la Fuente misma de la Vida, la victoria misma sobre la Muerte, el gozo mismo de ver en retirada la huestes del Infierno.