2.1. Desde luego, no me he sentido digno de imaginar siquiera una amistad tan estrecha con un ser tan santo como es un Ángel. He dudado, y en medio de mis dudas me ha sorprendido la voz discreta, firme y fluida de él.
2.2. No imagines que mi presencia en tu vida es respuesta a tus méritos. Más bien puedes decir que soy una señal de cuánto conoce Dios tus necesidades. Pero no estoy así cerca de ti en razón de ti. Tu vocación hace que Dios te haya injertado profundamente en el Corazón de su Divino Hijo. Así como los ojos de Cristo son la mirada de Dios para el mundo y luceros de bendición sobre todo cuanto contemplan, así tus ojos, unidos por la gracia indestructible del sacramento del Orden a los ojos de Cristo, quieren ser transformados con la fuerza de la bendición que brota de Dios Padre. Te amo, pues, no sólo pensando en ti y en tu salvación eterna, que ya es motivo más que suficiente, sino pensando en las gracias y dones que a través de tu humanidad ungida Dios otorgará al mundo por los méritos de su Único y Divino Hijo.
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