Roy Popkin cuenta la historia real de un anciano que perdió el conocimiento en una calle de Brooklyn y lo llevaron de emergencia a un hospital. Después de hacer algunas indagaciones, una enfermera del lugar logró localizar al hijo del anciano, un marino que trabajaba en otra ciudad.
Cuando el marino llegó al hospital ,la enfermera le dijo al anciano: “Su hijo está aquí”. El pobre anciano, sedado por tanta medicina, levantó su brazo tembloroso. El marino tomó su mano y la tuvo entre las suyas por varias horas. De vez en cuando, la enfermera le sugería al marino que se tomara un descanso, pero él rehusaba. Cerca de la madrugada,el anciano falleció. Luego que murió, el marino le preguntó a la enfermera, ¿Quién era ese hombre?
La enfermera le dijo, “¿No era ese su padre?”
“No”, dijo el marino, “pero vi que se estaba muriendo y en ese momento él necesitaba a un hijo desesperadamente y por eso me quedé”.