Padre Dios,
que a todos amaste
según la medida de tu infinita grandeza,
hoy reconozco que me amas;
hoy veo en ti mi origen
y la meta de mi vida entera.
Por eso,
por el amor que te es propio,
y propio de tu Hijo,
te suplico, Padre:
haz que yo de verdad te ame.
¡Sí, Padre Dios!
Que siempre te ame,
siempre más y siempre mejor;
que por amor te escuche
y con amor crezca en mí tu Palabra;
que por amor pregunte por ti
y con amor te encuentre cada mañana;
que por amor me duelan mis pecados
y con amor haga penitencia por ellos;
que por amor brote en mí la acción de gracias
y con amor aprenda yo a alabarte;
que por amor te sirva en mis hermanos
y con amor llegue a ser útil a ellos;
que por amor comience todo trabajo
y con amor lo lleve a su término;
que por amor sienta con tu Pueblo Santo
y con amor labore en tu Santa Iglesia;
que por amor espere el Día de Cristo
y con amor salude su llegada;
que por amor me acerque a tu mesa
y con amor reciba la Eucaristía;
que por amor habite ya en el cielo
y con amor alcance la Patria Eterna.
Padre,
así lo suplico,
por Cristo tu Hijo
en el Amor de tu Espíritu.
Amén.