No es lo que has hecho, si no lo que no has hecho lo que te causa congoja al caer el sol. La tierna palabra olvidada, la carta que no escribiste las flores que no enviaste, La piedra que no apartaste del camino de un hermano; el consejo alentador que no te atreviste a dar; esa caricia afectuosa esa palabra amorosa en la que nunca pensaste, sumido en tus propias cuitas.
Esos pequeños actos de bondad tan fáciles de olvidar, la ocasión de ser ángeles que tenemos los mortales, y la Fe padece frío. Pues la vida es breve en demasía, y las penas en demasía grandes, para tolerar una compasión lenta que en demasía posterga.
No es lo que has hecho, sino lo que no has hecho lo que “te” causa congoja al caer el sol.