Hazme humilde según tu grandeza
y pobre según tu riqueza;
reconozca yo mi pecado
porque te conozca, Dios Santo;
y mucho te ame, Padre Bueno
con amor de tu Amor Eterno.
Haz que yo mire a tu Cristo
con ojos amantes y limpios;
que yo escuche, Señor, y que crea,
y así por fin me convierta,
cuando tu Hijo, el Señor me llame
para darme el precio de su Sangre.
Por tu amor llegué yo a la vida;
que, cuando me fue perdida,
halló de tu piedad buen rescate
en tu propio Hijo, excelso Padre.
¿Cómo entonces hallará mi alma
modo de darte cumplidas gracias?
Angeles bellísimos te cantan
con voces que tú les regalas;
santos y santas te bendicen
por la bendición que tú les diste:
junto a todos ellos te alabo,
te bendigo, Padre, y te amo.
Nada tengo que no me hayas dado;
nada quiero, si no es de tu mano.
Nada busco, sino estar contigo,
que para eso vino tu Cristo:
para anunciar e instaurar tu Reino,
que es dar comienzo en la tierra al cielo.
Amén.