En una ocasión fui a colaborar en un proyecto de la universidad que consistía en ayudar a mejorar una comunidad pobre. Cuando llegamos al lugar íbamos con el firme propósito de dejar ahí algunas cosas y de ayudarles a mejorar su mentalidad.
Fue curioso como todos los niños nos seguían con gran entusiasmo y hasta nos confundían con sacerdotes o misioneros. “misionero, cárgame”, “misionero, regálame tu reloj”, “misionero, dame tu playera” y un sinfín de peticiones; había un niño, quien se llamaba Robertito, que tenia una especial fijación para un grupo de nosotros y nos seguía para todos lados, para el segundo día nos tenía ya hartos de tantas peticiones que nos hacía. En la tarde dejamos a la gente para poder comer y asearnos un poco, y les dijimos que los veríamos a las 5 de la tarde. Robertito no tardo en llegar a las 5, sino que estuvo ahí a las 4:45 de la tarde mientras que estabamos comiendo el postre y un amigo mío estaba comiendo unas papas, y comenzó Robertito “misionero, dame papas”, “ándale misionero, dame tus papas”… repetía una y otra vez, hasta que mi amigo ya molesto se las dió.
Inmediatamente, Robertito las tomó y no se daba la vuelta para empezar a comer cuando los demás niños ya lo habían rodeado para pedirle papas. Personalmente creí que Robertito iba a salir corriendo y no le iba a dar a nadie.
¡Que equivocado estaba¡, empezó a dar las papas a todos, y había tanto desorden que le dijimos, “Robertito, fórmalos para que les des”, inmediatamente volteó y con una voz muy segura les dijo que sino se formaban no les iba a dar, mi segundo error fue pensar que no iba a dar todas las papas; el pequeño Robertito entrego todas las papas a los demás niños.
Todos nosotros nos quedamos pensando, por un rato, en lo que había pasado, obviamente no podíamos sentir otra cosa que admiración por ese pequeño de 6 años. Nos acababa de dar la mayor lección de nuestra vida, él, que no esta acostumbrado a tener, cuando por fin llega a poseer también tiene el enorme corazón para entregarlo todo. Desde ese momento nosotros éramos los que le seguíamos, y hasta cierto punto lo compensamos y le dimos más porque sabíamos que no lo pedía para él.
Por otro lado me di cuenta que si bien en muchos lados carecemos de liderazgo hay gente muy humilde que puede mover masas, así como Robertito que pudo manejar a un grupo de niños y organizarlos para que les tocara.
Por ello una de las personas que jamás olvidaré es a Robertito, el menor que me dió la mayor lección.