También hoy te aguardo.
Ni el largo camino
dejó en el olvido
a quien tanto me ha amado.
He seguido tu rastro.
A los montes y ríos
si acaso te han visto
les he preguntado.
No me contestaron.
Cantar te han oído
y saber han querido
quién bello ha cantado.
Pues dulce es tu canto.
El campo florido,
temblando en rocío
me lo ha recordado.
De veras te extraño.
Estando contigo
fue todo distinto,
fue todo tan claro.
Y no te he olvidado.
Tu acento de amigo,
tu cándido brillo,
¿cómo olvidarlos?
Sé que estás a mi lado.
Sé que viven conmigo
la voz de tu Hijo
y tu Hálito Santo.
Sé que estás ya cercano.
Sé que viene tu Cristo,
que llega el Bendito
Cordero Inmolado.
Y así más te aguardo.
De verte escondido,
mi pecho has herido,
ven pronto a sanarlo.
¡Muéstrate, Dios Santo!
¡Tu amor infinito,
mi vida, un gemido,
y el cielo tan alto!
El tiempo ha pasado.
Cual leve suspiro
mi tiempo ha corrido
por campos y campos.
Y aún no has llegado.
¡Vendrás, Jesucristo!
¡Te creo, Dios mío,
te espero y te amo!
Amén.