¿Qué falta, Señor, a tantas flores?
Pues viéndolas recréase mi alma,
mas sólo un momento, que algo falta
no sé si a su aroma o sus colores.
¿Qué falta, Señor, a las montañas?
Su grandeza levanta el pensamiento,
su firmeza vence sobre el tiempo,
pero, ya lo ves, que algo les falta.
¿Qué falta, Señor, a tantos pueblos?
Hay tantos poderosos y tan ricos,
pero –tú lo ves– que mis oídos
no quieren ya escuchar de más imperios.
¿Qué falta, Señor, a mis amigos?
Que el ansia de amar nunca termina,
y aunque han sido amable compañía,
su amable corazón no es infinito.
¿Qué falta, Señor, a esta mi vida?
¿No eres tú, no es acaso tu presencia?
Te aguarda, mi Señor, toda la tierra:
muestra pues tu rostro al que te ansía.
Amén.
Gracias Fray por esos anhelos de cielo que infundes en nuestras almas cada dÃa con tus predicaciones, escritos, poemas, canciones, etc… ¡Dios te bendiga, siempre! Gracias por el tiempo que nos dedicas. Un abrazo, Olga