Nos ha sucedido que hemos suscrito a algunas personas que por una u otra razón no desean nuestros mensajes. Nuestra lista de correo, gracias a Dios, cuenta con casi 1600 abonados diarios, y por eso nos parece natural que crezca, ya que es ofrecido de manera completamente gratuita.
No todas las personas gustan de nuestros materiales. Eso es natural. Y ello ha sido ocasión de cierta dosis de sufrimiento. No es algo grande. Yo soy el primero en reconocer que es algo minúsculo, comparado con el dolor que conocemos a través de esta misma lista. ¡Tantos aquejados de dolores físicos y morales terribles! Personas desempleadas, madres que buscan con angustia a sus hijos, hombres o mujeres en profunda soledad y depresión… es un cuadro que hemos encontrado muchas veces en las peticiones que nos llegan y que de hecho hemos compartido aquí mismo.
Pues bien, en algo aportamos a esa bodega inmensa del dolor cristiano con nuestro propio dolor.
Quizá es bueno que se sepa que este mensaje diario ha sido calificado de “basura”, “excremento”, “sarta de mentiras” y otras cosas impublicables. Ayer alguien me escribía: “soy protestante y no quiero que sature mi buzón con su basura”. Hace cinco semanas una muchacha nos decía: “¿Sabe? Sus correos se amontonan hace meses y ya me estorban. Sáqueme de su lista”. Otro escribía: “Los inventos de su mente atormentada no caben en una cabeza racional”. Alguien nos amenazó con demandarnos si no cancelábamos su suscripción de inmediato.
Es verdad, por otro lado, que hemos recibido muchas voces de apoyo y de alabanza; quizá elogios demasiado grandes; pienso que es bueno que se sepa que no todo es de ese color. Hay algunos que extienden su ira y desprecio incluso a las personas que saben que nos colaboran.
Por mi parte, yo le doy gracias a Dios por esta oportunidad de predicar el Evangelio. No creo que sea mucho heroísmo ni lo que hacemos ni lo que padecemos. Mas precisamente porque reconozco mi propia nada, por eso, de nuevo y con renovado ardor, pido el auxilio de la oración de todos, para que este servicio no sólo continúe sino que crezca en cantidad y calidad.
Y me atrevo a recordarles que necesitamos de algún apoyo económico también. Hay una suma de dólares que hay que pagar cada mes para tener las predicaciones, documentos, cantos y homilías en español disponibles en todo el mundo… hasta donde llega Internet. Y además, está el costo del software que nos permite editar y producir, y la inversión en equipos que a su vez requieren mantenimiento y renovación…
Pero no quiero cansar a nadie. Si alguien ve que puede en conciencia donar algo, por favor vaya a http://fraynelson.com/ayuda.html. No necesitamos millones, pero las pequeñas ofrendas de todos mantienen viva y activa nuestra página y este servicio diario.
Gracias por leer [escuchar] estas palabras. ¡Un abrazo en el amor de la Inmaculada!
Fray Nelson Medina, O.P.