Itunes empezó siendo un servicio de Apple para vender legalmente música que pudiera ser bajada a los ipod de la misma empresa. Es el dúo Itunes-Ipod lo que hizo la revolución.
Una revolución que llegó a la hora perfecta. La gente empezó con el Walk-Man, y luego el Disc-Man. Heredero de esa portabilidad es el reproductor de MP3 con capacidad que rebasa con mucho al Disc-Man y personalización que rebasa al Walk-Man o los radios portátiles.
Pero la clave está en el dúo Itunes-Ipod. En medio de la refriega sobre la legalidad de compartir música digital, Apple fue por la vía media: sí vender, pero vender a un precio razonable (un dólar por canción por usuario), con un sistema de pago ágil y sin incomodidades (tarjeta de crédito en Internet) y sobre todo: satisfacción inmediata.
A alguien tenía que ocurrírsele que no sólo las canciones de moda son dignas de ser oídas. Nació así el podcasting: difusión de archivos de sonido de modo periódico o casi periódico. Programas como ipodder, nimiq y otros sirven para tomar la “semilla” (seed) de un sitio de Internet que hace podcasting. Estos programas chequean periódicamente los enlaces de las “semillas” que uno les ha ingresado, y si hay un programa nuevo, lo bajan.
Itunes hace lo mismo, sólo que mejor en muchos aspectos, y también con ciertas restricciones de las que hablaremos pronto.