Cuando Hablamos

Si algún día las personas entendieran la importancia y el alcance que tienen las palabras que salen de su boca, el mundo sería distinto. Con la boca puedes derrotar al más cruel enemigo o levantar a tu mejor amigo. Puedes ser medicina o veneno mortífero. Puedes curar o sangrar una herida. Puedes dar alivio o causar dolor permanente. Puedes vivir o morir eternamente.

Si el hombre pudiera elevar su voz con proclamaciones sinceras de su corazón, si pudiera sonreír luego de elevar su voz, después de haberle dicho algo a alguien, entonces sería felíz. ¿Cuál es el sabor del dolor ajeno? ¿Cuál es la razón de ser veneno? ¿Por qué se detiene en su camino para atacar al que está a su lado, cuando bien sabe que mañana podrá ser él, el necesitado? Nos creemos suficientes y por eso menospreciamos al otro, y por si esto fuera poco tratamos de hundirlo para poder subir nosotros.

¿Es que los peldaños se construyen con dolor y egoísmo? ¿Estamos tan ciegos que no podemos ver nuestro egoísmo? Somos míseros mortales y la única diferencia es nuestra manera de ser. Tan variada es la peculiaridad de cada uno, tan distinta, es magnífico cuando se la puede integrar armoniosamente. Cuando ya no importa el pasado sino el hoy, el presente. A tu lado tienes personas que Dios ha puesto en tu camino para que no te sientas solo.

Para que tengas con quien construír un futuro, formar relaciones, ya sean pasajeras o de por vida. Para que intercambies tus pensamientos, obras y sentimientos. ¿Cuál será tu actitud con los que te rodean? ¿Serás misil descontrolado o te atreverás a ser diferente y brindar amor abnegado?

Hoy todo esto es utopía. Te creen loco si lo lees en voz alta. Pero si lo pruebas, verás los resultados. Nada se compara con el bienestar que sientes cuando obras a favor de tu hermano, cuando no lo tiras sino que le tiendes una mano.

Recuerda que no estás solo y tampoco querrás estarlo. Cómo vivirás, cómo te sentirás mañana, depende de lo que hagas hoy. Habla de tal modo que cuando hables, sea medicina tu voz.