Hace algo más de 25 años, el Papa Juan Pablo II se arrodilló para pedir en voz alta el cese al fuego en Irlanda. Su súplica a Dios –y en cierto modo a los propios irlandeses– ha recibido una señal inmensa de realización plena con el anuncio que el IRA hizo de dejar las armas el jueves pasado. Además de las oraciones de este santo Papa, ¿qué ha hecho posible el milagro de este llamado de paz, en un mundo que a veces parece polarizado por las fuerzas de la violencia? Hay varias respuestas posibles.