Me impresiona el movimiento de personas en el verano de Europa. Los del Sur de camino al Norte, por ejemplo: España hacia Irlanda. Los del Norte hacia el Sur; por ejemplo, Alemania hacia Barcelona. La amplitud de horizontes lingüísticos y culturales que esto abre potencialmente es inmensa.
Aunque hay un riesgo que veo yo que amenaza especialmente al turismo joven: una cierta trivialización, un acostumbrarse a conocer sólo los lugares “play,” allí donde una juventud internacional y despreocupada sabe cómo pasar bien el presente, aunque sin mirar mucho ni al pasado ni al futuro. Ojalá me equivoque.