Una mañana caliente (“calda,” dicen en italiano); un hombre mayor, de mirada penetrante, rostro sereno, visible timidez, como abrumado por las oleadas de aplausos que brotan sin cesar cuando él entra a la Basílica de San Pedro. Casi se diría que lo tolera, como tolera con paciencia el calor que le hace sacar el pañuelo varias veces durante la larga misa.