7. ¿Y con qué se puede quedar la Iglesia?
El futuro “en paralelo,” es decir, construido desde la conjunción de procesos simultáneos que se retroalimentan, abarca muchas realidades sociales, culturales, académicas y lingüísticas. Afecta, por consiguiente, a los cristianos, que no son ajenos al mundo en que viven, y afecta también a la misión de la misma Iglesia.
Es sobre todo un asunto de énfasis. Un ejemplo que me gusta repetir es aquella historia sobre Pablo en Atenas. Una ciudad llena de ídolos. Es una imagen del mundo antiguo pero también de nuestro mundo cargado de tecnología y de nuevas idolatrías, a veces inconscientes. La gente puede adorar tanto el ídolo de la salud que ve con absoluta insensibilidad que se haga clonación de embriones humanos para sacar células de repuesto. El razonamiento es: “Si eso me cura de mi enfermedad, es bueno.”
Volvamos a Pablo. Había demasiadas estatuas, demasiados dioses falsos. El politeísmo, si bien lo pensamos, es un proceso que funciona ejemplarmente bien en paralelo. Las relaciones de deseo, parentesco, venganza o apoyo que se dan entre esos dioses hacen que su mundo falso resulte atractivo y seductor, cercano y muy útil, todo a la vez. Sus distintos relatos van en paralelo y así nacen y renacen en cada circunstancia de la vida: la cosecha, el sexo, el trabajo, la guerra, el comercio.
Así que no es la primera vez que la fe cristiana se ve retada por un mundo que en muchos aspectos carece de rostro y que sólo engendra “climas” sociales. Esto lo decimos prescindiendo en este momento de los demás aspectos del procesamiento en paralelo.
Pablo hubiera podido dedicarse cada mañana a discutir un tema o negar la existencia de un dios. Hubiera podido argumentar toda una mañana sobre las falsedades de Ares; luego por la tarde, sobre los engaños de Hera; luego por la noche sobre los peligros de creer en Hermes, y así sucesivamente. Lo que hizo, es decir, lo que terminó haciendo, fue distinto: anunció una fe que apunta a las miserias y deficiencias raizales del ser humano, fundó comunidades de creyentes con lazos muy intensos de amor fraterno y alimento muy sólido en la Palabra, enseñó y practicó la grandeza de los bienes que no se ven. Su estrategia fue el comienzo de la evangelización en Occidente. En ese sentido, es una luz para nosotros que acabamos de cruzar el umbral del tercer milenio.
De otra parte, como creyentes tendremos que usar con prudencia y a tiempo los recursos que el pensamiento y el procesamiento en paralelo nos procuran. Redes de solidaridad han de oponerse a las redes de explotación. Encuentros multiculturales en la fe han de oponerse a las transnacionales del egoísmo y la idolatría del lucro. Y más allá de la dictadura sin rostro del relativismo y de los imperios de la moda, la caridad cristiana, que todo lo traspasa, mostrará que hay Uno cuyo rostro es adorable y cuyo corazón es hogar para todos: Jesucristo.