El viaje ayer fue bueno. Mi puerto de entrada a los países Schengen no fue Portugal, sino París, porque para cambiar de un avión a otro tenía que salr de un terminal a otro también, de modo que en la práctica eso equivalía a entrar a Francia. Sin tardanzas y con un servicio amable, Air France ha ganado puntos.
Dos curiosidades sin importancia: de Dublín a París, ni una palabra en francés; de París a Lisboa, en otro avión, todo en francés e inglés (sólo los anuncios fundamentales en una grabación en portugués). La tripulación que fue a Portugal me llamó la atención por su amabilidad sobresaliente, su constante y grata sonrisa y la manera como se llevaban entre sí. Uno de ellos estaba aprendiendo a decir los anuncios rituales en inglés, y los demás lo miraban y se sonreían sin malicia del inglés super-parisino de este joven asistente de vuelo.
A Lisboa llegué como a las 5.20 PM, hora local, que es la misma de Irlanda. Tuve que esperar una media hora mientras aparecía la persona que iba a llevarme a Fátima, de modo que hubo tiempo de considerar irme por mis medios. El caballero, un taxista nacido en Portugal, habla exquisito inglés, porque residió varios años en Canadá. Le acompañaban tres monjas del Monasterio con quienes hicimos el recorrido hasta Fátima: algo más de una hora. Rezamos el Rosario y admiramos el hermoso atardecer de sabor mediterráneo.
El Monasterio es grande y solemne y da la impresión de haber conocido mejores épocas. No es muy grande la comunidad y son muy amigables. Vienen de distintos países y el lenguaje comón es el inglés. La priora, por ejemplo, es una italiana que lleva hablando inglés 32 años en Fátima… Cosas de mi Dios. Después sigo.