Con estas o parecidas palabras lo han dicho los diarios:
La periodista italiana Giuliana Sgrena, secuestrada durante un mes en Irak, regresó este sábado a Italia, herida y muy afectada por la muerte de uno de los agentes secretos que la acompañaban tras su liberación. Soldados de EEUU tirotearon su vehículo cuando se dirigía al aeropuerto de Bagdad, y alcanzaron mortalmente al agente Nicola Calipari, que protegió con su propio cuerpo a la reportera de los disparos, por lo que hoy se le rinden honores de héroe.
Otros dos agentes resultaron heridos en la refriega, uno de ellos grave, además de la propia Sgrena que, tras aterrizar en el aeropuerto romano de Ciampino, fue conducida en ambulancia al hospital militar del Celio, donde en los próximos días será operada de una fractura de clavícula. (Versión de La Voz Digital para el 5 de Marzo de 2005)
o error, se dirá. Las versiones primeras de las tropas norteamericanas hablaban de cómo se intentó detener pacíficamente al auto en que viajaba la periodista y cómo, al no detenerse ni siquiera ante tiros de salva, hubo que impactarlo. Es posible que sea así. Al fin y al cabo, es evidente que la guerra nunca se acabó, no importa lo que dijera George W. Bush, y es evidente que tragedias como la que quitó la vida a Nicola Calipari deben mirarse dentro de un conjunto más amplio: estado de guerra.
Aún sobre esos supuestos subsiste la aterradora pregunta: ¿y cuántos inocentes han caído así?
Se da por descontado en Italia que, pasada la primera efusión de gozo por recuperar a Giuliana, se dejarán oír una vez más las voces de los que demandan la retirada de las tropas italianas Iraq. Calipari tendrá quien lo llore, y con razón. Pero hay muchos que no.
Si un “error” de esos, cométalo quien lo cometa, se lleva la vida de un europeo, las calles se llenan de manifestantes, y eso está bien. Pero, ¿y los que no son europeos? ¿Los que murieron (y mueren) por error y no salen en ningún diario ni quedan cobijados por el dolor de Berlusconi o las propuestas de investigación “exhaustiva” de Bush? Por eso la pregunta: ¿y cuántos inocentes han caído así?
Y detrás de esa cuestión, otra: ¿no habíamos quedado en que todas las vidas humanas contaban?