Mientras leemos, escribimos, discutimos, subimos, bajamos, entramos, salimos, y el otro millón de cosas que hacemos todos los días, hay habitantes de este planeta que sencilla y plácidamente duermen. No hablo de política sino de osos. Aprendí hace poco algo sobre las cifras de la hibernación y ofrezco algunos datos.
Un oso pardo de Norteamérica puede hibernar de unos seis a siete meses, como decir desde comienzos de octubre hasta avanzado abril. Su corazón disminuye las pulsaciones a un ritmo mínimo de unas diez por minuto. No todo el tiempo duerme, pues la hibernación consiste más bien en una serie de “siestecitas,” pero la más larga de ellas, sin levantarse ni despertarse para absolutamente nada, puede ser de 100 días continuos.
Durante la hibernación los osos pueden ser despertados y eventualmente ponerse extremadamente agresivos. En esto alcanzan a ser bastante humanos, según lo indica mi experiencia.
Todo ese tiempo de sueño implica que el animal está viviendo de lo que ha acumulado en su cuerpo, sobre todo en forma de grasa y gordura. Al despertarse finalmente, cuando ya casi llega el verano, un oso puede haber perdido el 40% del peso que tenía antes de recostarse. Es, pues, un método eficaz de adelgazamiento que puede quitar decenas de kilos de encima.
La hibernación interesa a los científicos no sólo desde el punto de vista de la fisiología animal sino también en razón de aplicaciones médicas.
Poco antes de irse a su sueño invernal un oso aumenta muchísimo de peso, como es de suponer. Estamos hablando de un aumento de 20 kilogramos por semana, o casi 3 kilogramos de peso adicional por día. Todo esta gordura dispara los niveles de colesterol en el animal durmiente, poniéndolos a más del doble de lo normal. Sin embargo, no se produce ni engrosamiento ni endurecimiento de las arterias. El estudio de cómo su organismo maneja este colesterol podria enriquecer nuestra comprensión sobre los problemas de tensión alta y ataques cardíacos en seres humanos.
Otro tema relacionado con la medicina tiene que ver con los riñones. Es sabido que las fallas renales producen autoenvenenamiento que conduce rápidamente al colapso y la muerte; de ahí la necesidad de diálisis artificial, frente a cualquier falla del riñón. Los osos durmientes duran más de 100 días sin orinar. Sus procesos digestivos y metabólicos siguen produciendo úrea, sin embargo. ¿Cómo logran no intoxicarse con la úrea? Se sabe que la reprocesan y que logran producir sustancias proteínicas que les conservan los músculos, de manera que no se atrofien ni pierden excesivo volumen. Así que el estudio del manejo de la úrea en osos hibernantes podría indicarnos cómo tratar de manera más inteligente los problemas renales y también cómo abordar algunos cuadros de pérdida de masa muscular como los que se dan en enfermedades degenerativas.
Todo ello haría extraordinariamente fecundo el arte de… saber dormir.