No es mi costumbre transcribir aquí textos completos pero el artículo que sigue resume en palabras justas la actualidad política irlandesa caracterizada por la tensión de las relaciones entre la República de Irlanda (lo que sería la “Irlanda del Sur” –término que no se usa–, que ocupa un 80% de la isla, tiene por capital Dublín), y el Reino Unido (que incluye a Irlanda del Norte, correspondiente al 20% restante). El precedente es que la independencia de Irlanda ha sido políticamente deseada y económica y culturalmente no pretendida. El IRA ha sostenido la bandera de “Irlanda, una sola isla y para los irlandeses;” su popularidad, sin embargo es una amenaza para la continuidad en el poder del gobierno actual, liderado por Berthie Ahern. La respuesta del gobierno es compleja: quiere conservar el ideal republicano y a la vez desautorizar el republicanismo de Sinn Fein, el partido político del IRA.
Escribe Rafael Ramos para La Vanguardia, de Barcelona.
El Reino Unido y la República de Irlanda han intercambiado papeles en su ménage à trois con el IRA. Londres, que antaño ni tan siquiera dialogaba con los republicanos, pone paños calientes para procurar impedir que el proceso de paz se desmorone por completo. Y Dublín, que durante décadas apoyó políticamente a los paramilitares e hizo la vista gorda a sus desmanes, se muestra de repente inflexible.
La explicación se encuentra en la famosa frase de Tip O´Neill, durante muchos años speaker demócrata de la Cámara de Representantes norteamericana y de origen irlandés: “Toda política es política local”.
El avance del Sinn Fein en la república lo ha convertido en una amenaza para el primer ministro, Bertie Ahern, y su partido Fianna Fail, que representa el establishment. Y las caricias de antaño se han convertido en bofetadas.
El IRA/Sinn Fein cobró ayer por partida doble. En Londres el Gobierno laborista le dio un simple coscorrón al anunciar sanciones financieras que se concretarán dentro de unos días, y consistirán probablemente en impedir que sus cuatro diputados en los Comunes (que no ocupan sus escaños para no jurar lealtad a la reina) sigan percibiendo alrededor de 600.000 euros anuales en concepto de sueldo y gastos parlamentarios. Mucho más le dolió la filtración en Dublín del intento de comprar un banco búlgaro para lavar los cincuenta millones de euros que la organización obtiene al año del robo, la extorsión, el chantaje, el contrabando y la falsificación.
Con el tiempo los provos han perfeccionado las técnicas para filtrar el dinero sucio a través del sistema bancario internacional, desde Estados Unidos hasta Libia. El IRA es dueño de hoteles, pubs, cafeterías, supermercados y un sinfín de pequeños negocios a ambos lados de la frontera que le sirven de pantalla, y se dice que el grupo dejó de poner bombas en Derry porque causaba daños a sus propiedades. El historiador Ed Maloney explica que la banda suele comprar establecimientos a un precio superior al del mercado para garantizar el silencio del anterior propietario, y que al poco de completarse la transacción los beneficios se multiplican por seis o siete como por arte de magia.
Desde la tregua que abrió las puertas a su participación en el proceso político, el IRA ha evolucionado de grupo paramilitar a una simple mafia. Y así como la siciliana compró bancos letones para lavar su dinero, la irlandesa pretendía -según la Garda, policía de la república- hacerlo a través de un banco búlgaro hasta el año 2007, cuando está previsto el acceso de ese país a la Unión Europea.
Durante muchos años el Gobierno de la República de Irlanda ha compartido con el IRA, al menos sobre el papel, el objetivo de la unidad de la isla, y ha hecho de intermediario entre Londres y el movimiento republicano, omitiendo sus actividades delictivas (incluido el almacenamiento de armas). El taoiseach Bertie Ahern ha cambiado bruscamente la sintonía en vista del avance político del Sinn Fein, que cuenta con el apoyo de un 12% de los votantes, y antes de la actual crisis aspiraba a llegar a un 20% en las próximas elecciones. Ahern ha optado por desnudar al IRA antes de que sea políticamente demasiado tarde y se convierta en un partido bisagra capaz de formar parte de una coalición y determinar quién gobierna, poniendo fin al tradicional monodel centrista Fianna Fail.
Mientras Blair se empeña en mantener vivas las ascuas del proceso de paz, y ayer volvió a insistir en la necesidad de mantener abierto el diálogo, Dublín juega cada vez más fuerte y ha identificado a Gerry Adams, Martin MacGuinness y Martin Ferris como miembros del Consejo Armado del IRA (ellos lo niegan). Al Gobierno de Dublín no le importa que el Sinn Fein gane diputados en Stormont, en Estrasburgo y en Westminester, siempre y cuando no se meta en la política local de la república.
Una respuesta a «El Gobierno de Dublín y el IRA»
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