Jugar y Creer
Hay una compleja relación entre la religión y el juego. Todo jugador serio es un creyente, usualmente un creyente supersticioso, pues sin una noción de “suerte” difícilmente se entra a un juego o deporte que sea digno de ese nombre. ¿Puede decirse, por complemento, que todo creyente tiene algo de jugador? Hay quien ha hablado de la religión como una “apuesta” y creo que es defendible ese punto de vista. La sola, estricta y calculadora razón no puede justificar sin más las inversiones de tiempo, dinero y fuerzas que hacemos en todo lo que tiene que ver con la fe. Desde luego que creer no es lo mismo que apostar pero en todo caso el creyente sabe que el control no está del todo en sus manos y en eso se hermana con el jugador. Además, un buen creyente quiere “ganar” y quiere que las tinieblas “pierdan” –un tema que es continuo en los juegos.
De otra parte, como el juego implica el deseo de ganar no necesariamente que gane el bien o lo mejor, la religión se ha visto en la necesidad de acotar o reprimir las prácticas del juego. Cosa que tiene su paradoja porque no es raro que la Iglesia recaude fondos a través de actividades lúdicas o de juegos en todo regla, como los “bingos” que se han vuelto famosos en las parroquias norteamericanas. Si alguien quiere criticar a la Iglesia Católica, ahí seguramente encontrará un tema que se repite a menudo y en muchos lugares.
Otra cosa que no se puede negar es la tendencia creciente de los juegos electrónicos hacia los temas de satanismo. Sobre esto hay varias teorías. Hay quienes dicen que los diseñadores y programadores de tales juegos están involucrados en sectas satánicas o tienen o pretenden tener pactos con el diablo. Creo que la explicación probablemente es más simple. En las áreas del satanismo o de lo demoníaco es más fácil dar flexibilidad a las reglas, por ejemplo, enfatizando la unilateralmente la idea de un poder descomunal. Para que haya juego debe haber combate y el combate implica uso de poderes. Dios y sus santos no usan su poder de cualquier manera; se supone, en cambio, que tales “restricciones” no caben cuando se trata de los poderes de las tinieblas y por eso se les hace aparecer incesantamente en los juegos. No digo yo que esto sea inocente o inocuo. Pienso que hace daño al jugador y a la sociedad en general, pero renunciar a entenderlo no es la mejor manera de superarlo.