Un requerimiento extraño
La humildad y la oración, cada una alimentando a la otra: tal es el camino del ecumenismo y está bastante claro. Pero falta más. Sonará espantoso pero hay que decirlo: no nos vamos a unir si no reconocemos los enemigos comunes. Necesitamos encontrar nuestros enemigos.
En el plano económico, la unidad surge del deseo de ganar más pero también de tener que vencer a la competencia. En lo político, sabemos que países que difieren en muchas cosas saben unirse para derrotar a algún abusivo, tal como la Alemania nazi fue vencida por rusos y americanos.
También la historia del cristianismo cuenta relatos semejantes. A ver: ¿dónde están los tertulianistas o montanistas de hoy? Una respuesta fácil, que darán muchos manuales, es que el Montanismo desapareció porque fue condenado y señalado como herejía. Siendo una rama desgajada agotó su savia y murió por sí misma. Sin embargo, hay señales serias de que fueron los montanistas los primeros en llamar Dios al Espíritu Santo y en usar la expresión “de la misma naturaleza” (homoousion) que luego fue clave para la elaboración de los tratados trinitarios. ¿De veras no debemos nada a esos herejes?
Lo que quiero destacar es que es falsa la imagen de una Iglesia que ya se las sabe todas y que ve con tristeza cómo algunos falsean lo que ella ya sabía. Esos traidores o se convierten, renunciando a sus desvíos, o se alejan y entonces se disuelven en la nada y el olvido, mientras que la Iglesia misma permanece inmutable en la verdad que ya tenía. La realidad es que de cada movimiento herético la Iglesia ha aprendido mucho, porque una herejía es el énfasis desproporcionado en algo que es cierto y que probablemente habíamos olvidado o no habíamos empezado a conocer.
No es distinto lo que vemos a lo largo de los siglos. Nosotros los dominicos probablemente nunca hubiéramos llegado a la existencia sin los cátaros. Y no es cosa de decir que “Dios sabe sacar cosas buenas de las malas” (lo cual es bien cierto) sino de decir: “En todos aquellos y aquellas que estaban equivocados en algunas cosas, había muchas otras que eran muy buenas, y gracias a Dios tuvimos la humildad y la sensatez de aprenderlas.”
Seguimos mañana, queriendo Dios…