Cuando llegué a Dublín, a este convento, entendía bien el inglés de sólo uno de los frailes, que ciertamente destaca por su excelente dicción.
El tiempo ha pasado y es maravilloso ver cómo nuevas personas, lugares, feligreses, programas de televisión, conversaciones inesperadas se van abriendo, como un círculo que se amplía. En el convento lo detecto a medida que puedo entender mejor y a más frailes.
Hace seis meses pasaba por aquí un dominico que entonces estudiaba en Roma. De carácter jovial, se reunía con los frailes estudiantes de este convento. Y yo me preguntaba qué idioma hablaba él porque no le entendía. El tiempo pasó y fue asignado aquí precisamente. El domingo pasado presidió la Misa Mayor y pude disfrutar su homilía. Predica muy bien.
Doy gracias a Dios. Esas cosas me hacen sentir feliz.