Ayer en el Santo Rosario y para la Misa estaba en la Iglesia de la Inmaculada en Suba. El párroco dirigía el Rosario con voz resuelta, fervorosa, convencida y convincente. Entre misterio y misterio, algún canto.
A medida que desgranábamos las Avemarías dos certezas se adueñaron de mi alma. Primera, la humildad como clave de entrada al corazón de la Virgen María. Creo que sin la ventana de la humildad no se ve nada de María, entendiendo bien que la misma humildad no es obvia, no es trivial y en cambio sí es fácil de desfigurar o suplantar.
Lo segundo que he entendido es que la humildad ha sido la gran ausente de mi vida y que prácticamente todos los pecados los he cometido por carencia de humildad. Ayuno de esta virtud he perdido miles de oportunidades para todas las demás.
Doy gracias a Dios por el misterio de la Inmaculada.