Undécimo error: Centrar las fuerzas en la visibilidad política o en la relevancia social
En la mayor parte de Europa ser cristiano no es malo, a menos que uno quiera ser visible o públicamente cristiano. Paralelamente, ser sacerdote no es malo, a menos que uno quiera ser algo más que un funcionario, en los espacios y tiempos establecidos, para las personas que libremente quieran participar de los encuentros, entrevistas, reuniones o rituales que uno ofrece o lidera.
En lo que concierne a la fe en Cristo, el clima social se presenta a sí mismo como neutro aunque de hecho es adverso.
Por dar un ejemplo, ningún credo o postura de vida es ridiculizada públicamente en los medios como lo es el cristianismo. Por otro ejemplo: aunque la mayoría de los padres de familia de un pueblo quieran que sus hijos reciban educación cristiana con estatuto semejante al de las otras asignaturas, ello puede ser impedido en nombre de la democracia por un Estado, que como se ha dicho, dice ser “aconfesional” pero que en la práctica muestra un sesgo “anticonfesional.”
Esta actitud hostil ha producido cristianos que tratan de vivir su fe sin banderas, o como dicen en inglés, sin “allegiance,” tratando de que no se note demasiado que sí crees porque eso te aleja amigos, soporte, donaciones y colaboradores. Naturalmente, la generosidad de muchos católicos va entonces a parar a aquellas ONG’s en las que es dogma que calles que trabajas por Cristo o por su Iglesia. Di que tu causa es humanitaria y guarda tu rosario y tus historias piadosas para tu propio consumo.
En ese contexto, ¿qué puede significar evangelizar?
No es de admirarse: para muchos cristianos, “evangelización” es sencillamente nuestro nombre para lo que todo el mundo está haciendo: promoción humana, filantropía, lucha contra la injusticia y la discriminación. Según ellos la manera de “acreditarnos” ante esta sociedad humanista es siendo campeones en los servicios humanitarios aunque sin reemplazar a las instituciones estatales para la educación y la salud, que eran como los dos grandes baluartes de la Iglesia.
Y eso último, esa excepción me llama la atención: si una ONG católica ayuda a gente sin techo, eso se ve bien; si luego de ayudarles a conseguir techo quiere educar sus hijos, eso ya es educación “católica” y puede ser visto sólo como un negocio de régimen privado no como un servicio. Dar pan es humano, predicar es católico; lo humano se puede donar; lo católico se tiene que vender.
Entramos en ese juego y ese esquema cuando luchamos y sudamos por ser políticamente visibles o socialmente relevantes. Es un error: nos dan la primera plana de los periódicos y nos dejan espacio en los programas de noticias al precio de que callemos lo único que nos da razón de ser: presentar a Jesucristo, “y este crucificado.”