En el almuerzo de ayer uno de los frailes de la mesa donde yo estaba comentó algo sobre el recientemente fallecido Padre Leo. Otro sacerdote, de avanzada edad igualmente, anotó con una sonrisa: “¡Oh, por él no te preocupes! Ya él ha entrado en los secretos…”
Y no acabó la frase. Pero sus ojos, que habrán de cerrarse también para esta tierra en el tiempo que Dios disponga, me parecieron ya ávidos de esos “secretos.”