La semana pasada la Asamblea de la ONU fue auditorio para dos posturas divergentes sobre un mismo tema. George W. Bush y José Luis Rodríguez Zapatero, dos jefes de Estado tan diversos casi como pueda imaginárselos, aludieron extensamente en sus discursos al terrorismo como desafío que reclama respuesta.
Como podía esperarse, Bush quiso ser contundente y Zapatero dialogal. Para el primero la estrategia es exterminar al enemigo; para el segundo, buscar un terreno común para establecer alianza con el que llamamos enemigo. El término del estadista español fue “alianza de civilizaciones” no con el terrorismo, claro está, sino entre Oriente y Occidente.
La política del exterminio supone controles, desarrollo tecnológico de armas, desplazamiento de tropas, servicios eficaces de inteligencia, golpes efectivos en los lugares precisos y a las personas o instituciones claves. La política de la alianza comprende diálogos, reuniones a alto nivel, presión diplomática, procesos educativos y uso extensivo de los medios de comunicación social.
¿Qué puedo decir yo? Es posible que necesitemos de ambas tendencias –y de seguro algo más que ellas–. Ingenuo me parece creer en la sola fuerza de la alianza que propone el español, por la sencilla razón de que supone una cantidad de cosas que no tienen por qué darse en el futuro próximo. ¿Tienen los jefes de gobierno la voluntad y el margen de maniobrabilidad suficiente para lograr que sus gobernados se abstengan de unirse a grupos extremistas? ¿No son estos grupos por definición ajenos o por lo menos independientes de los intereses institucionales? En últimas, ¿qué significa el Estado para un terrorista contemporáneo?
Por otro lado, lo de Bush no convence demasiado. Se dice, y creo que se dice bien, que esta guerra contra el terrorismo es de tipo G4, es decir, con características que la hacen sustancialmente distintas de las guerras convencionales, nucleares e incluso químicas. La noción misma de “ejército” se vuelve difusa, así como la línea divisoria entre lo civil y lo militar. Las nuevas armas incluyen instrumentos neutros en sí mismos, como Internet; vemos por ejemplo que se logra más transmitiendo una decapitación en una página web que saliendo a perseguir un tanque M1 o tratando de perforarlo.
Yo sospecho que Bush, Zapatero, y de hecho la mayor parte de los que estamos hoy sobre este planeta moriremos antes de ver una cumplida y real respuesta a un problema como el terrorismo, que ya es global y en el que se entrecruzan lo religioso, lo político, lo tecnológico y lo económico.
Podemos, sí, dar pasos en la dirección correcta, la cual probablemente tendrá que prestar mucho a las ideas de los actuales presidentes de Estados Unidos y de España.