OCTAVA: La Facultad de Teología buscará ser integralmente católica, esto es, fiel en su manera propia de alimentarse del conjunto de la Escritura, el conjunto de la Tradición y el conjunto del Magisterio.
El contexto de empobrecimiento e injusticia no puede entonces excluirse de nuestra reflexión teológica, aunque está claro a la vez que nuestro servicio no es directamente reemplazar a los líderes políticos y/o comunitarios que tienen el derecho y el deber de dar forma a la vida social en nuestro país, así como en otros lugares. Ser teólogo no es ser todo y el saber (parcial, además) que nos ofrece la teología no nos capacita para asumir responsablemente la carga de delinear los rasgos precisos de la convivencia humana o de la legislación civil.
No hay en esto fórmulas ya hechas: el pensamiento no puede sustraerse de considerar lo concreto pero también entiende que no se pude sacrificar indefinidamente lo importante en aras de lo urgente. Según eso, es injusto calificar con términos como “no-comprometido,” o sus equivalentes, a todos los teólogos que no estén escribiendo y hablando todo el rato de los problemas inmediatos, como pueden ser la violencia, el narcotráfico o la corrupción.
La renovación de la sociedad, especialmente cuando se mira desde la óptica del Reino de Dios, no es cosa de producir impacto mediático aunque tampoco puede excluirse del uso racional de los mass media. Análogamente, la transformación de la ciudad o el cambio en los acuerdos de comercio, por citar sólo dos ejemplos más, no son asunto de dar unas conferencias aunque tampoco tendrían que estar excluidas de la reflexión pública seria basada en la Palabra de Dios.
NOVENA: En la relación con la sociedad civil y sus problemas propios requerimos de una visión amplia, profunda, valiente, curada hasta donde es posible de ingenuidades políticas y de paternalismos contraproducentes. No podemos considerarnos los redentores pero tampoco refugiarnos en temas abstrusos y ajenos tan sólo porque son seguros en su misma inocuidad.
Y por último, todo este ideario encuentra o habrá de encontrar un primer lugar de realización en un contexto que es al que sirve y del que se sirve: es su lugar propio, la Universidad. Ello solo es ya un reto inmenso, así como una magnífica oportunidad.
En términos muy concretos, eso quiere decir ante todo, que se requiere una opción por los bienes intangibles que trae una Facultad de Teología, por encima de los bienes, también necesarios, de los ingresos económicos. La teología dará pérdidas pecuniarias durante el largo periodo de su gestación inicial y probablemente aun después. Esas pérdidas se pueden disminuir pero es evidente que hay que contar con ellas y tenerlas sobre la mesa, entre otras cosas para que, al ser reveladas, no se conviertan en un óbice que frene el proyecto.
Entre varias estrategias para disminuir pérdidas hay que pensar en la diversificación de programas, algo que va en continuidad con la segunda de las “líneas” aquí propuestas, allí donde hablamos del ciclo “seminarístico,” por darle un nombre y el ciclo “de profundización.” Es muy probable que haya que ir más allá y ofrecer programas de formación dirigidos a laicos, religiosas, formadores y formadoras, cursos de vacaciones, series de retiros…
Es decir, la Facultad no puede imaginarse sólo como un castillo de pensadores y eruditos sino más bien como un centro vital en el que la fe reflexionada entra en diálogo con la vida y la ilumina desde su propia perspectiva. No un centro “pastoral,” en el sentido pobre del término, pero sí un centro inserto claramente en una tradición de evangelización y misión, que fue lo primero que ofreció nuestra Orden a esta América.
Desde otro ángulo, la Facultad entra a ser parte del conjunto de la vida de la Universidad, en este caso, la Universidad Santo Tomás, que posee su propio proyecto educativo institucional, sus propias políticas de desarrollo y que está sometida a las exigencias propias de su presencia en una sociedad concreta, la colombiana.
La Facultad de Teología no será una extensión ni un reemplazo de la capellanía de la Universidad. La Universidad tampoco será la “parroquia” de los frailes que trabajen en la Facultad. Y sin embargo, es claro que la convivencia con profesores y estudiantes es ella misma una oportunidad preciosa de diálogo y es un mirador privilegiado de muchas realidades sociales que confluyen, como por su propio peso, hacia la Universidad. Sería inadmisible aislarse de todo ello como lo sería también pretender que la Facultad escapara al régimen común o los planes generales de la misma Universidad.
Todo esto sugiere unas relaciones de generosidad, madurez y búsqueda del bien común que sólo se darán desde una especie de nuevo punto de partida de nuestra vocación en Colombia. Una responsabilidad casi máxima corresponde al Prior Provincial, en cuanto primero entre los hermanos de la Provincia y en cuanto presidente del Consejo de Fundadores de la Universidad. Pero no se puede dejar solo al Provincial. La actitud favorable de todos, particularmente de los frailes que colaboran en los Consejos de la USTA indudablemente podrá facilitar mucho las cosas.
DÉCIMA: La Facultad de Teología se inscribe plenamente en el conjunto de la vida académica de la Universidad Santo Tomás, de quien recibe su marco de funcionamiento y a quien ofrece la riqueza de su cosmovisión. El proceso de inserción en la USTA requerirá de paciencia, generosidad y búsqueda del bien común de parte de todos.
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Dublín, 14 de Septiembre de 2004,
Fiesta de la Santa Cruz, en Irlanda