Entre tantas cosas bellas que me llevo de Barcelona (¿cómo olvidar la cena con José Luis y Luz María, y la caminata por la playa casi a medianoche?) quiero recordar aquí con cariño la figura alegre y llena de amistad de Marcela Cely.
Marcela ha trabajado duro por la convalidación de sus estudios de odontología. Sus experiencias de inmigración han sido duras, como en tantos otros casos, pero no hay en ella rastro de amaragura, sino la voz de una persona que, porque ha conocido el dolor, sabe entender y amar mejor a los que sufren. ¡Bello haber hablado con ella!
De vuelta a Madrid, otros 600 y tantos kilómetros, casi todos con María Carabaña al volante (la admiro). Hemos hecho una escala para visitar a la Virgen del Pilar en Zaragoza, donde también nos hemos podido encontrar con Luis Fernando y su familia. ¡Dios los bendiga a todos!