Al pensar en el futuro inmediato de la Iglesia he recordado un dicho de Will Durand, el historiador y pensador protestante norteamericano. Después de analizar extensamente argumentos religiosos y teológicos en torno a la Reforma y la Contrareforma, su lacónica conclusión es que esa discusión la ganará quien tenga más hijos. Es pragmatismo rampante pero aporta una visión nueva de las cosas y nos recuerda que los números sí importan. Tal vez no debería ser así, pero es así.
Y en ese sentido, y sin olvidar todas las discusiones profundas y teológicas que todos (o casi todos) degustamos siempre (o casi siempre), los números están a favor de Roma, cuando uno mira más allá de las fronteras de la Europa que llega hasta el 30 de abril, quiero decir: más allá de la Europa directamente heredera o relacionada con la Revolución Francesa y la Ilustración concomitante.
Europa es grande, muy grande y muy profunda. Es bella, además, y uno puede gastar la vida entera recorriéndola y estudiándola. Pero es finita. Sobre todo es finita esta Europa Occidental, que considera que ha encontrado certezas ya incuestionables y palabras terminadas como democracia. ¡Ay, Dios! La realidad siempre se nos escurre entre los dedos y más tarde o más temprano descubrimos que no hay soluciones últimas y que muchas, muchas cosas en la vida van en ciclos.
Y aprendemos también que más allá del mundo que nos gusta y entendemos existen pueblos que crecen mucho, que tienen muchos hijos, que abren otras preguntas, que se ríen de nuestras seguridades y que están dispuestos a seguir otras sendas y correr otros riesgos, incluyendo el riesgo de perder o empeñar la propia vida.
Una de esas certezas nuestras cuestionadas es la secularización. Dios ha muerto o agoniza es muchas partes de esta Europa culta, racional y medio anónima, que siente que puede resolverlo todo con la ciencia o con el consenso. Pero el mismo Dios produce inesperadas primaveras en otros sitios. Y si le damos crédito a Durand, lo que se considere cierto vendrá de esos otros sitios, donde sí tienen hijos, donde sí cantan con fuerza, donde sí entra gente a los seminarios y a los conventos. Quizás es horrible que sea así, pero… es así.
Dios me ha permitido dar unas cuantas vueltas por este planeta en lo que solemos llamar Occidente. Desde Hungría hasta California; desde New Jersey hasta el Paraguay. Lo que finalmente veo es: vocaciones numerosas para el estilo conservador, reductos cada vez más pequeños para el estilo progresista.
Es posible que nadie me crea esto que voy a decir pero eso, en sí mismo, no me hace feliz. Muchas de esas vocaciones las veo a veces con poco o ningún sentido crítico de las cosas. ¿Buscan certezas fáciles? Quizás. ¿Tienen miedo de preguntar y desean solamente asegurar comodidades o una carrera promisoria? Quizás.
O quizás se cansaron de ver que el discurso que se suponía que iba a cuestionarlo todo finalmente deja el poder en nuevos reductos tanto o menos accesibles que los anteriores. Por dar un ejemplo: ¿sabía Ud. que después de la Segunda Guerra Mundial todos los presidentes franceses, salvo una posible excepción, han sido masones de alta graduación?
Es fácil criticar el poder eclesiástico, entre otras cosas porque está a la vista, tanto como el rojo escarlata de los vestidos de los cardenales. Pero hay mucho poder que se mueve a oscuras, en las famosas “agendas”: la agenda feminista en la UNICEF, la agenda abortista en los parlamentos de medio mundo, la agenda homosexual en Occidente, y así sucesivamente. Al descubrir que existen esas agendas, uno se cansa se servir a esos otros señores. Uno se cansa de ver cómo evolucionan esas causas. Por dar una ilustración: la parte “dura” de la lucha feminista hoy en Europa no es por la igualdad en el trabajo, ni por poder abortar, sino por poder embarazarse a voluntad en bancos de esperma. Ante eso, uno siente que esos lobbies y esos “colectivos” manejaron al pueblo y lo manipularon, lo manejan y lo manipulan, y hay un punto en que uno se pregunta si es peor tapar todo el cuerpo de una mujer o enseñarle a que se exhiba. Y si les preguntas, tanto la de la burka como la de la tanga se sienten felices. Sólo que la de la tanga… no tendrá hijos o tendrá muchos menos. El Islam no existe ni prospera porque sí. 😉
Darse cuenta de esto y cansarse de la hegemonía masona va produciendo en Occidente un giro hacia la Derecha, que se manifiesta en mil detalles, hasta llegar al hecho elemental de que las comunidad religiosas femeninas más tradicionales y con hábito reciben más vocaciones, cosa que se constata mirando un conjunto amplio de naciones (es decir, si nos salimos del cerco chiquito de la Europa que llega hasta el 30 de abril). ¡Atención! no hablo de un giro que vaya necesariamente hacia la verdad ni hacia la santidad, sino hacia la Derecha. Es algo que está sucediendo, sea que aquí gritemos o callemos, sea que nos guste o nos fastidie.
Se va dando un giro a la Derecha en Occidente, pero ya no liderado por Europa. Esta vez Europa va de última o casi de última. Cuando despierte, estará llena de ecuatorianos, nigerianos, indios, marroquíes, colombianos, filipinos, chinos… Y dispóngase lo que se quiera sobre políticas de inmigración, ninguna de ellas se sostiene frente a las caídas de tasa de natalidad como las de España o de Italia. Otra vez nos acecha la sombra de Durand.
Esta vez Europa no va de primera y no lo digo con gusto ni con orgullo. Le debo demasiado a Europa. Sólo que a veces me pregunto cuánto de la rabia contra los EEUU es sólo una envidia que no termina de decirse solamente; rabia porque esta vez Europa no va de primera. ¡Y lejos de mí aplaudir a la política internacional de los EEUU o su doble moral! Sólo que, cuando miro el antinorteamericanismo típico de la Europa “progre,” no puedo dejar de ver lo que veo, y si me dan permiso, también decir lo que digo.
La Iglesia, pues, en sus estilos más conservadores, tiene vida para largos años. Esto no es una obra del Papa solamente. El Papa no anda persiguiendo muchachos para que entren por decenas a los Legionarios de Cristo ni el Papa les contesta el correo a las jovencitas gringas que entran por decenas a Nashville a vestirse su hábito largo y a sentirse y saberse Novias del Cordero, más bien que empleadas de servicios humanitarios que podrían hacer igualmente en una ONG. Yo, que he hablado con gente como ellas, sé que no les atrae dirigir un proyecto ni liderar una comunidad –que para eso existen organismos civiles– sino saber que el Amor más grande posó sus ojos en la humildad de su esclava. Claro, ese es el caso de ellas; no será forzosamente el de todos y todas.
En cualquier caso, yo sé, por todo esto, que el nuevo documento vaticano sobre la Eucaristía llegará a muchos lugares y, desde un punto de vista “político,” dará un argumento más a la Derecha. Y si los progres quieren proponer alternativas, sugiero que no se olviden de inculcarlas con fervor a sus hijos, una vez que los tengan.