En español hablamos de Viernes Santo; el término común en inglés es Good Friday.
Y esa expresión, Good Friday tiene un sabor único en el contexto de Irlanda, porque, como es sabido, hace seis años, un Viernes Santo, que en aquella ocasión fue el 10 de abril de 1998, se firmó el acuerdo por el que los seis condados de la provincia del Ulster que en 1920 tuvieron que mantener su vinculación con Gran Bretaña reformaban su gobierno en proceso de retorno a la República de Irlanda (lo que usualmente llamamos “Irlanda del Sur,” donde yo me encuentro).
El tema es extremadamente delicado en este país, porque toda la actividad armada del IRA (Ejército Republicano Irlandés, por su sigla en inglés) se ha enderezado a reconstruir la unidad de Irlanda como un solo país, en todos sus condados. Pero aquí entran muchas voluntades y muchos intereses: los británicos no quieren perder sus inversiones ni su orgullo; muchos nor-irlandeses se sienten bien siendo parte del Reino Unido con los privilegios que esto trae desde los científico y cultural hasta lo turístico; los irlandeses republicanos sienten que tienen hipotecada una parte de “su” país pero a la vez saben que pueden entrar a él cuando quieran –y de hecho, muchos ven en Irlanda del Norte un paradigma de desarrollo que no están seguros de que pueda mantener su estándar si el Ulster vuelve sin más a ser parte de la República.
Y otros dos factores complejos: por un lado, el gobierno de Londres ha decretado la suspensión de lo acordado aquel Viernes Santo varias veces y por distintos motivos. Cada interrupción es vista como una mecha adicional a lo que podría ser un formidable polvorín. En el 2001, Tony Blair presentó como razón de suspensión, por ejemplo, el espionaje del IRA a las sedes del gobierno autónomo de Ulster. Por otro, está el partido político Sinn Fein, que muchos ven como el “brazo político” del IRA, cuyas demandas se apoyan insistentemente en aquel Viernes Santo y en una labor mediática inteligente que periódicamente caldea los ánimos en contra de todo lo británico.
En fin, no es el tema más espiritual para un Viernes Santo, pero es una realidad de “cruz” que atraviesa las entrañas de este amado pueblo irlandés. Quiera el Crucificado mirar con amor a la tierra que evangelizara San Patricio, y la bendiga con paz, justicia y reconciliación para todos.