De los libros interesantes que he leído ultimamente, con tema científico, Impossibility, de John D. Barrow. La palabra “imposible” era ella misma imposible en el ámbito de las ciencias hace unos cien años. La idea era que la ciencia era el instrumento neutral y por tanto objetivo, penetrante, eficaz, suficiente o en todo caso, lo mejor de lo disponible.
En su Impossibility, Barrow muestra de muchos modos cómo ese mito de la ciencia imparable y siempre en victoria se topa en realidad con muchos límites, algunos de ellos de suyo infranqueables.
Y de todos esos límites uno interesante, tanto más cuanto más flexible, es el límite de lo “usable”, es decir, de la aplicación llamémosla humana de la ciencia. Un ejemplo interesante está sucediendo ahora mismo con los celulares inteligentes de tercera generación: aunque la teconología está, y es ofrecida a un costo pagable, su uso no crece de manera consecuente en el mercado objetivo (target). Por ejemplo: las posibilidades de comunicación multimedia aumentan a un ritmo que no se empareja con el interés real (no la moda) de los usuarios.
Me pregunto si sucederá lo mismo con algunas de las apuestas tecnológicas que cada tanto tiempo aparecen en revistas especializadas o de divulgación. ¿Habrá casas inteligentes? La tecnología ya está, y todos hemos oído de la nevera que avisa que la leche se está acabando, o que de una vez llama al (robot) supermercado para que traigan más leche. El punto es si ese género de vida resultará atractivo, usado y felicitario para los seres humanos que pronto vendrán a este planeta. Quizá la vida humana tenga aún muchas sopresas que todavía no estan digitalizadas en ningún disco duro…