La carne de Cristo era de María en cuanto a su origen. Ella podría decir, pues, como los sacerdotes: “Esto es mi Cuerpo…“, pero no es a eso a lo que se refiere el mandato del Señor cuando dice en la Ultima Cena: “haced esto en conmemoración mía“, como se ve del sentido que tiene su doble entrega: eucarística, en la Cena; sacrificial, en la Cruz.
María, sin embargo, no está ausente del misterio de la Eucaristía. De algún modo, a través de la donación última y radical de nuestro Bendito Salvador alcanza su límite de cielo el sí que pronunciara la Virgen de Nazareth. Y así, es algo de Ella, algo de su intimidad purísima y bellísima, lo que comulgamos, por gracia de Dios…