La pregunta llevaría hoy a cualquier estudiante de secundaria a revisar una enciclopedia o hacer una consulta rápida en Google. La respuesta típica: algo más de 12.000 km de diámetro. Esa es la Tierra, según la ciencia. ¿Qué diría la Biblia?
Para la Biblia, la Tierra no es un concepto de la astronomía ni de la comparación con otros objetos en un espacio vacío. Tierra alude más bien al lugar o teatro de desarrollo de los acontecimientos humanos, como cuando se habla de “todo el mundo” (ver Mt 4,8; Mc 16,15).
Dos pasajes más nos ayudan a precisar nuestras ideas: “Cuando una mujer va a dar a luz, se aflige porque le ha llegado la hora; pero después que nace la criatura, se olvida del dolor a causa de la alegría de que haya nacido un hombre en el mundo.” (Jn 16,21) Nacer es, como lo ha canonizado la expresión conocida, “venir al mundo“, de modo que, recíprocamente, el mundo es el lugar de los que han nacido.
Luego leemos: “De un solo hombre hizo Dios todas las naciones, para que vivan en toda la tierra; y les ha señalado el tiempo y el lugar en que deben vivir” (1 Cor 17,26). Notemos que la tierra no es aquí objeto de estudio o de reflexión en sí misma: es sólo otro nombre para el lugar donde viven los seres humanos y los pueblos todos. Si ese lugar tiene forma esférica o si está confinado a un lugar y asilado por un vacío casi absoluto de otros lugares, es cosa que la Biblia no resuelve por la sencilla razón de que no la estudia.
De un modo muy explícito lo dice el salmo: “El cielo pertenece al Señor, y al hombre le dio la tierra.” (Sal 115,16). De nuevo: la tierra no es algo considerado “en sí mismo”, al modo de la ciencia, sino es una expresión que toma una realidad en su sentido usual y común, y la colma de significación desde los hechos que le interesan, es decir, desde lo que atañe a la respuesta o el rechazo del ser humano frente a Dios.
Los judíos de tiempos de Jesús probablemente no sabían mucha geografía. Quizá Jesús mismo ignoraba mucho de la geografía que por entonces era común en gente más ilustrada y recorrida. No podían saber que había habitantes en la Patagonia, pero sí sabían que, si la Patagonia era habitable –y lo era, y lo es–, allí había que proclamar el reinado de Dios. es lo que resulta de un concepto teológico y práctico de “Tierra”, como lo tiene la Biblia.
Según esto, Marte, ese Marte donde ya están nuestras cámaras, ¿qué es, según la Biblia? Es parte de la “tierra”. Y si allá aparece o no aparece vida, eso no rompe el esquema de verdades fundamentales de la creación y la redención expuestas en la Biblia. La Biblia nunca habló de este planeta en cuanto tal, porque no tenía la noción científica de “planeta”; habló del lugar donde el hombre ejerce su señorío, de una manera o de otra (cosa que incluye los Rovers de las NASA). Para la Biblia lo que “estamos” haciendo en Marte no es ir más allá de lo que ella misma llama “Tierra”. Así como es cierto que, más allá de un Océano que los apóstoles no conocieron, el Atlántico, estaba la Patagonia, así es verdad que detrás de un océano de oscuro y semivacío está una cosa que llamamos (ejerciendo señorío) “Marte”. Desde el punto de vista teológico ahí no hay nada esencialmente distinto.
La “Tierra” de la Biblia es mucho más grande que los 12.000 km de la respuesta de nuestro estudiante de secundaria.
Sin embargo, ¿qué pasaría si hubiera vida inteligente en eso que llamamos Marte, o en otro sitio? De eso hemos de tratar en próxima oportunidad.