Ya hemos visto que la Biblia desconoce la noción de planeta, así como desconoce muchas –la mayor parte– de las nociones científicas. La Biblia no descalifica una hipótesis levógira sobre las enzimas hepáticas entre otras cosas porque no tiene ninguna teoría enzimática en ninguno de sus versículos. Del mismo modo, no entra en su campo de afirmaciones o negaciones si lo que ella llama “tierra” es o no es un planeta. De hecho hay señales claras de que lo que la Biblia llama “Tierra” o “mundo” en ningún caso corresponde con lo que la ciencia posterior a Galileo llamaría “planeta”. Y eso es muy importante tenerlo en cuenta para el diálogo fructuoso con los astrofísicos de nuestro propio tiempo.
Es curioso: si uno busca “planeta” en un diccionario bíblico es posible que encuentre unas cuantas referencias. Un caso interesante es el de Hch 7,43, en el discurso de Esteban, el protomártir del cristianismo, frente a las autoridades judías. Esteban recuerda las antiguas rebeldías del pueblo elegido y entre ellas alude a que, “ustedes cargaron con el santuario del dios Moloc y con la estrella del dios Refán, imágenes de dioses que ustedes mismos se hicieron para adorarlas“. Se ha llegado a determinar que esta “estrella” del dios Refán no era ninguna estrella sino el planeta Saturno.
Sin embargo, notemos que ni los israelitas, ni los primeros cristianos, ni los egipcios que tenían este dios Refán tenían el concepto de planeta. Para los habitantes de las orillas del Nilo ese no era un planeta, sino una luz que se movía en los cielos y que mostraba el caminar de Refán. Es decir: la Biblia condena la idolatría pero no tiene una teoría astronómica sobre el “verdadero ser” de Refán. Ya se tratara de un cometa, meteorito, asteroide, planeta o satélite de la NASA, lo grave es que fue adorado por los antepasados y que eso no le dio gloria a Dios.
La Biblia en general se preocupa poco por el “verdadero ser”, o, como dirían los griegos, la esencia: su enfoque es más “práctico” o si se quiere más “existencial”. La idea es más o menos esta: de poco sirve que conozcas la naturaleza de las cosas si no conoces al que tiene autoridad y poder sobre ellas y sobre tu propia eternidad.
De acuerdo con esto podemos ya enunciar una pregunta de aparente ingenuidad: ¿dónde acaba la Tierra según la Biblia? Sobre esto volveremos pronto.