Un informe reciente habla de Londres, la ciudad capital más extensa de Europa, y su medio millón de cámaras de circuito cerrado de televisión.
En promedio, un turista que llega a Londres es visto por más de 300 cámaras de vigilancia en un solo día, desde el aeropuerto hasta los lugares de compras o los lugares más comunes. Las cifras son diferentes desde luego en otras partes del mundo, pero en todas partes están creciendo.
En sitios como la congestionada Oxford Street de Londres, los altísimos niveles de vigilancia han reducido los delitos, desde robos hasta atracos, en más de un 40%, que es cosa notable. Además, las mismas cámaras ayudan a identificar, atrapar y castigar a los culpables.
En principio, uno no puede sino alegrarse de un avance de esta naturaleza. Hay preguntas, sin embargo, que pueden plantearse y algunas de hecho aparecen en el mismo informe:
1. Está el tema de la privacidad. Un turista típico (que puede ser también un terrorista) es visto 300 veces en un día. Dublín no es Londres y no creo que a mí me miren 300 cámaras cada día pero si yo cuento cuántas cámaras me ven en un día normal (ir a la universidad, hacer alguna compra menor), sé que son más de 20… y yo vivo aquí. Ahora bien, el hecho de ser observado implica ser protegido, en un sentido, pero ¿es lo único? ¿No cabe suponer que los almacenes, además de protegernos nos “estudian”? Y es un hecho que mayor información significa mayor poder: cuanto más saben sobre nuestras preferencias o aversiones, más saben sobre cómo halar las cuerdas de la publicidad. En términos estadísticos la cosa puede ser vista como una inversión.
Por otro lado, ¿dónde está la legislación que regule el uso de las imágenes grabadas? Una foto ha destruido la carrera de una persona; un video ha terminado con las aspiraciones de prestantes de políticos. ¿Es mucha paranoia suponer extorsiones o amenazas? Un gobierno democrático tratará de defender la seguridad y garantizar la libertad (se supone), pero ¿qué tal esa infraestructura multimedia en manos de un Stalin? ¿O es que ya estamos vacunados para siempre contra los tiranos?
Y en otro sentido, aunque suene muy trivial, ¿te sentirías tranquilo si tu vecino pone una cámara que da sobre la puerta de tu casa?
La privacidad es un tema muy discutido hoy en Europa, porque hay una conciencia colectiva muy fuerte de algo: cuando la privacidad desaparece y la información se amontona en unos pocos puntos, estamos a un paso del totalitarismo.
2. Cada cámara implica una carga laboral adicional, que conlleva una recarga en el costo total de los productos. A su vez, es de suponer que esto revierte sobre el usuario final o el consumidor, según el caso. Sabemos que muchas cámaras simplemente filman para el evento de un delito, como puede pasar en una biblioteca que protege asi sus libros, pero muchas otras cámaras requieren acciones más inmediatas. Un almacen no puede dejar filmando y a las 10 de la noche revisar qué le han robado. Se necesita pagar un sueldo a alguien para que gaste su tiempo mirando la pantalla. No es algo sustancialmente distinto de lo que hacen otros agentes de seguridad, sólo que uno supone que la multiplicación de cámaras conlleva multiplicación de ojos mirando pantallas.
Hay un software de última generación que permite analizar rostros de personas en las pantallas y comparar algunas medidas biométricas claves (como las distancias relativas entre las comisuras de los labios y los párpados) con una gigantesca base de datos, para así identificar criminales buscados. Es algo maravilloso, pero todos sabemos que la vigilancia real es más que eso. O tal vez los mismos que instalan las cámaras están pensando: “esto ayudara a disuadir.“
3. Más en profundidad, tratemos de ver qué se cuece bajo la cifra del medio millón de cámaras londinenses. Es decir: ¿qué modelo de sociedad queda retratado o eventualmente potenciado por un sistema que es esencialmente de fiscalización y castigo? ¿No estaremos como sociedad confiando demasiado en la capacidad de la tecnología para frenar los excesos, en ves de reflexionar un poco más en qué los produce?
El deseo de poseer es exacerbado por la publicidad, que forma parte integral de nuestras sociedades democrátcias capitalistas; las injusticias intrínsecas, que excluyen a muchos de poseer lo que sólo tendrían derecho a desear, son también parte integral de las mismas sociedades; y ahora ellas mismas se “arman” con cámaras y prisiones para castigar a los transgresores que hasta cierto punto están engendrando. ¿Hacia dónde va el proceso?