Uno de los apellidos más comunes en Irlanda es Murphy –sí, como en la mundialmente famosa “Ley de Murphy“–. Y dicen algunos irlandeses que esta Ley se debe a uno de los suyos, mientras que la respuesta que ofrece una investigación en Yahoo es que el Murphy de la ley fue Edward Murphy, un ingeniero que trabajaba en la base Edwards (California, Estados Unidos). Es probable que el Murphy irlandés, haciendo gala de su propia ley, haya tenido tan mala suerte que hasta haya perdido la autoría de su ley, no sabemos…
Sea de ello lo que fuere, es cierto que el humor tipo “Murphy”, con toque de ironía amarga y de absurdo gracioso, está muy a menudo entre los irlandeses. Un amigo, Brendan McManus, que por cierto vivió cuatro años en Colombia, me decía una vez que, según lo que él había visto en su país y en el mío, ese tipo de humor cáustico era como un mecanismo de defensa con el que preferimos reírnos de la realidad que simplemente tragarla en su sola dureza.
Y hay muestras muy simpáticas del humor irlandés.
En un restaurante: En caso de fuego, pague rápidamente la cuenta… ¡y luego desaparezca!
En un almacén muy grande: Los niños que anden deambulando sin sus papás serán cercados y vendidos como esclavos.
En un consultorio: Cualquier paciente puede ser doctor si se cura.
Grafiti: Los irlandeses sabemos perdonar a la gente importante, una vez bien sepultada.
En una taberna: La bebida es como una maldición. Hace que pelees con el patrón. Hace que lo mates. Y lo peor: hace que lo extrañes.
No digo dónde: La paciencia y el aguantamiento hacen un Obispo de un reverendo.
En un pub: Los poemas hay que hacerlos bien al comienzo, porque no faltará después quien los eche a perder.
En una conversación: Al pobre se le ven todos los defectos.
En un muelle: …Y no intentes forzar al mar.